Estoy leyendo un libro de Javier Reverte que se llama “El río de la luz”, no es el primero y seguro que no será el último. Me encanta. Disfruto. Cuando acabo de leer sus libros compraría un billete de avión y me iría corriendo a visitar los sitios que ha descrito.
Por favor, por favor, no confundáis a Javier Reverte con Arturo Pérez Reverte, sería un flaco favor para el primero.
Reconozco sus defectos, aunque no los voy a desvelar aquí, como no desvelaría los de un buen amigo ó amiga. Pero aun así “quiero” su forma de escribir, de describir, de involucrarse en lo que escribe, de su apasionamiento en lo que describe, de cómo me transmite sensaciones, sentimientos y hasta olores.
Esto es un pequeño párrafo del principio de este libro.
“Porque el Yukon me insufló torbellinos de luz en el alma, despertó en mi ánimo un nuevo anhelo de gozar de la existencia y me devolvió el optimismo que la malaria contraída en el Amazonas me había arrebatado y que a duras penas había logrado recuperar en una pequeña parte. Salté a la canoa del Yucon con la languidez y el decaimiento con que las secuelas del paludismo atenazaban mi espíritu. Y desembarqué trece días después pletórico de vida. Un río me había convertido en un pusilánime, y otro río, cuatro años más tarde, me devolvía la alegría de vivir.”
Esto es pasión ¿si ó no...?, que sea fingida no lo se, pero si lo es, lo disimula muy bien.
Quiero aclarar que sus libros de viajes son relatos de los que ha realizado, sólo, como, según él, se debe viajar. Sólo y casi sin equipaje.
Me encanta. Recomiendo la lectura estos libros de viaje y yo comenzaría por su trilogía de Africa. En el orden cronológico en que escribió cada título.
Tiene también novelas, pero leí una y me decepcionó bastante.
Con el apasionamiento que me caracteriza os animo a que leáis algo de él.
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