El liderazgo lo adquiere uno, con su
actitud, con su ejemplo, con determinación, con respeto, con firmeza, con honestidad, con
comedimiento cuando es necesario...
Nunca se puede
transmitir, te pueden delegar poder, autoridad, siempre limitada, pero nunca
liderazgo.
De eso, liderazgo,
tenemos un gran déficit en este país. Es una postura personal que no tiene por
qué darte dinero ni gloria. Y en el mundo en el que vivimos eso es un
problema.
Pero el verdadero líder
tiene que estar más allá de eso, tiene que tener una firme creencia en sus
ideas y defenderlas con determinación, aunque eso le cueste su estatus o su
cuota de poder. Es una lucha a largo plazo en la que debe saber que puede
perder, pero no desanimarse por ello, porque intuye que el premio puede ser
enorme.
Un caso flagrante, de
ahora mismo: el sr. Urdangarin.
Un verdadero líder no
puede decir que no sabe lo que pasaba en la empresa, o en la fundación, que
dirige, que lidera.
Un líder de verdad es
capaz tanto de hundirse en el barro del día a día como de recibir un premio
internacional como de llevar gestiones en las más altas instancias.
Lo bonito siempre es
fácil, pero lo feo da fuerza y una alegría sin límites cuando se consigue
resolver. Un reto.
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