Nació muy, muy, muy lejos. Era tan ligero que no pesaba
nada, pura energía. Era asexual al igual que
sus cientos de miles de billones de hermanos y tuvo una muy larga
existencia. Vivió experiencias increíbles a nuestro entendimiento.
Realizó un largo viaje hasta llegar a su destino y cumplir
con la misión para la que había nacido. Muchos de sus hermanos se quedaron por
el camino, otros pasaron de largo y otros salieron en otras direcciones y consiguieron
también otros importantes objetivos.
Aunque ninguno tan importante como el suyo.
Después de muchos cientos de años, más de un millar,
finalizó su existencia en la frente de un pequeño que acababa de nacer y se
encontraba rodeado de paja dentro de un pesebre justo en el momento en que se
arrodillaban delante de él tres monarcas cargados con oro, incienso y mirra que
acababan de llegar montados en camellos y siguiendo el rastro de millones de
hermanos suyos.
Mucha gente habla de los Reyes Magos pero nadie lo hace de
Paraver, el primer rayo de luz de la Estrella de Oriente que iluminó la frente
del niño Jesús.
© Copyright de los textos, Alvaro Emilio Sánchez Tapia, 2018
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