Fernandoso se despertó tarde,
sus ardillas guardianas, las que siempre le avisaban si algún peligro acechaba
su cueva, corrían divertidas entre los rayos del sol por entre los troncos de
los abetos cercanos, hacía un día precioso. Eran sus amigas, un día le habían
salvado de un gran peligro al avisarle que había entrado en su cueva una
víbora.
Al ver un día tan bonito
decidió ir a bañarse a la gran charca y a ducharse en las aguas de su cascada.
Estaba en los límites del bosque adyacentes al valle, como a media hora de la
casa de Fernando.
Por el camino disfrutó de
alguna zarzamora, pues era época, pero según se acercaba a su destino su olfato
detectó algo especial, era un animal con la piel húmeda, pero no sabía
distinguirlo. Se acercó a dos grandes troncos caídos en el suelo, posiblemente
a causa de una tormenta de viento, entre ellos había tantos arbustos y tan
poblados que no se podía distinguir el suelo. En el bosque no había grandes
animales peligrosos, o eran pequeños como las víboras o algunas arañas
venenosas o venían del cielo, como buitres o águilas, así que no sentía miedo,
sino más bien curiosidad. Se asombró de que al acercarse más y más, ese
animalillo no saliera huyendo. Su olfato le llevaba a la zona de los arbustos,
muy cerca de un acebo lleno de bayas rojas. Se acercó y se puso de patas como
si fuera a coger sus bayas, mirando disimuladamente hacia abajo. Lo vio, todo
menos la cara, piel de pelo corto y color dorado con gruesas rayas de color
marrón muy oscuro. Debía estar enfermo pues no sé movía absolutamente nada.
Solo había un animal que se ajustaba a esa fisonomía, un tigre, había visto una
manada a lo lejos una vez que se perdió y apareció en la meseta, en la árida
meseta y al verlos se dio enseguida la vuelta hacia un bosque de encinas cercano
ya que eran muchos y parecían peligrosos. Volvió a bajar disimuladamente la
vista y sí, se trataba de un tigre que debía estar enfermo. Además de enfermo
debía estar muy asustado, así que decidió no hacer nada y marchar hacia la
charca para darse su refrescante ducha.
Durante el paseo de vuelta a
su cueva estuvo pensando en su descubrimiento y decidió que tendría que estar
vigilante pues los tigres eran animales fieros y peligrosos no solo para él
sino para los animales del bosque e incluso para Fernando y la vaquita
Fernanda.
--- oooOooo ---
Fernando estaba preocupado
porque la producción de las abejas había bajado considerablemente durante el último
mes. Pronto tendría que bajar al pueblo a vender la miel y estaba convencido de
que le iban a dar bastante menos dinero y como ese dinero lo utilizaba para
comprar víveres para el siguiente mes, pues no podría comprar las cantidades
habituales, sino menos. ¿Pasaría hambre? Bueno siempre podría contar con la
leche de la vaquita Fernanda para suplir alguna deficiencia de comida. Los que
sí eran imprescindibles eran los artículos de limpieza y de aseo, porque las
herramientas podrían esperar al mes siguiente.
Tendría que preparar ropa y
dinero para los tres o cuatro días que pasaría en el pueblo vendiendo y comprando.
Y no solo eso, Violeta le tenía loco, cada vez veía sus ojos más verdes y más
grandes y qué decir de su pelo, y de su sonrisa y de… bueno no podía decir nada
de su olor porque nunca había estado suficientemente cerca de ella. En fin,
estaba enamorado y lo sabía.
--- oooOooo ---
Kruon miró hacia la derecha,
todo se veía bastante oscuro igual que a su izquierda, se dio la vuelta y vio
el mismo panorama, solamente al frente se veían destellos de luz, así que con
paso lento y cansino se dirigió hacia allí. Llevaría recorridos unos ochenta
árboles cuando primero oyó, y se quedó quieto, y luego vio una cosa blanca que
se movía a pequeños saltos, siguió quieto, orejas largas, era un conejo. Su
corazón se llenó de emoción y comenzó a latir mucho más rápido. Sus patas
delanteras temblaron, las traseras le impulsarían lejos estirando su cuerpo
entero hasta que sus garras delanteras, en un movimiento rápido y preciso,
alcanzarían la posición que el conejo tuviera en ese momento y caza finalizada.
Pero eso, que hubiera sido así en cualquier circunstancia vivida anteriormente,
se convirtió en un planchazo sobre el suelo, muy lejos del conejo, que se
alarmó y salió corriendo hasta que Kruon le perdió de vista.
No tenía fuerza, tantos días
de ayuno.
Así que decidió comer bayas,
como había visto hacer al oso. Pronto vio un arbusto en el que había unas
bolitas redondas de color azul, estaban muy altas así que intentó ponerse a dos
patas, pero claro, no se sostenía y no podía cogerlas ya que no tenía manos con
largos dedos como los humanos, así que tras varias intentonas en las que
cayeron tres bolitas al suelo, tuvo que desistir. Pero las probó, eran frescas
y jugosas por dentro, aunque más ácidas que dulces. Las comió con mucho asco,
era como si su estómago las rechazara.
Continuó su camino hacia la
luz. Vio varios conejos pero sus intentos, todos, fueron frustrados por su
falta de fuerza para realizar rápidos saltos y salir corriendo hacia su presa.
Estaba muy desanimado y su
caminar era lento, buscando los caminos para no tener que saltar entre los
arbustos, pero con miedo porque allí era más visible para el oso que vivía allí
y del que temía un posible ataque. Vio un abeto con un grueso tronco y justo al
lado un arbusto lleno de bayas rojas, se acercó, se puso a dos patas apoyando
las delanteras en el tronco y alargó el cuello, podía llegar a una gran
cantidad de bayas, estás estaban más amargas y ácidas pero tenía que
alimentarse y comió, muchas, gran cantidad de ellas, entre arcadas. Una vez se
hartó, consideró que no podía comer más y siguió su camino hacia la luz.
Antes de llegar la noche
sucedió lo que no esperaba y que le dejaría aún más hundido.
--- oooOooo ---
Fernandoso no podía dejar de
pensar en su encuentro del día anterior. Un tigre era un animal carnívoro y
peligroso y quedarse sin hacer nada no era la mejor solución. Pero ¿Era mejor
volver y enfrentarse a él? porque estaba seguro que en cuanto lo descubriera le
atacaría, por muy mal que se encontrara, era su instinto, el de todos los animales,
en situaciones desesperadas luchar hasta vencer o morir. Por otro lado estaban
sus ardillas y la vaquita Fernanda e incluso Fernando, si le pillaba
desprevenido le podía atacar. Estaba inmerso en un gran desasosiego, no podía
dejar de pensar en ello y a cada momento con más angustia.
Decidió dejar pasar unos días
y volver con mucho sigilo. Sí el tigre seguía encontrándose mal y no se sentía
atacado, ni descubierto, no le atacaría y si se encontraba mejor ya vería lo
que hacía, salir huyendo quizás no fuera lo mejor porque un animal como ese,
criado en las grandes llanuras de la meseta, correría más rápido que él. Aunque
en el bosque, entre los árboles ya no estaba tan claro que fuera más rápido, en
cualquier caso no le haría frente a no ser que no le quedará más remedio.
Se encontraba preocupado y en
un mar de dudas
--- oooOooo ---
Eso es lo que era, un triste
tigre escuálido y hambriento vomitando a cada metro en medio de un bosque, o
sea, una piltrafa a merced de cualquier percance. Las bayas con que se alimentó
no fueron una solución, más bien un problema.
Tuvo que parar al amparo y en
medio de un pequeño bosque de acebos dentro del gran bosque. No podía más, no
tenía fuerzas. Allí quedó desfallecido y además con una gran sed, necesitaba
comer y beber, no sabía cuál de las dos cosas necesitaba más. Había ya mucha
luz, por lo que pensaba que debía estar ya muy cerca del límite del bosque, en
cuanto saliera de él ya estaría más cercano a las condiciones de su hábitat
natural. Estaba anocheciendo, esperaría a la luz de la mañana para intentar
salir del bosque cuanto antes.
--- oooOooo ---
Allí estaban los dos grandes troncos
caídos. A Fernandoso comenzó a latirle intensamente el corazón, no veía el
peligro pero lo intuía, se acercó al lugar donde estaba el tigre, despacio, no
era capaz de disimular sus pisadas, pesaba demasiado, mirando, eso sí, a
diferencia de la otra vez, continuamente hacia abajo, esperando cualquier ruido
o movimiento para ponerse a correr, saltar como un resorte, estaba en un estado
mental y físico de alerta total.
Pero... ya no estaba, se había ido.
--- oooOooo ---
Le dolía todo. Una gran
sensación de vacío en la barriga y la boca seca y pastosa. Caminaba, casi se
arrastraba, las patas delanteras tiraban
de su cuerpo mientras las traseras eran como lastre. Iba siguiendo la claridad.
Todo era muy costoso. Necesitaba una presa, calmaría su hambre y su sed.
Fue como el sol en el amanecer,
una gran mancha de luz que cegó sus ojos y le arrastró hipnóticamente hacia
ella de tal forma que ya no sentía dolor ni mareo.
Era como el cielo, una inmensa
pradera partida por un río y a la izquierda una valla y dentro… dentro… una
mancha negra y blanca… que se... ¡movía! Era una ¿vaca?
© Copyright de los textos, Alvaro Emilio Sánchez Tapia, 2019
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