Con las primeras luces del día
miró a su alrededor dándose cuenta de que no sabía cuándo iba a volver, es más,
ni siquiera sabía si volvería, iba de exploración, había muchas montañas y
muchos picos que recorrer y si encontraba otro lugar en el que vivir con menos
problemas, se quedaría.
Comenzó su recorrido en
sentido contrario al que hubiera tomado para ir a la meseta, pretendía dejarla
lo más lejos posible. Las zonas altas, las cumbres, eran todas muy parecidas,
unas con más roca, llamadas riscos, y otras con menos, pero todas tenían algo
en común, escasa y pobre vegetación, ratones, culebras y poco más. En algunos
riscos grandes había grietas algo profundas donde establecían sus nidos los
buitres, que sabía que eran fuertes y peligrosos, alguna vez los había visto
cazar en la meseta, eran capaces de levantar en
vuelo pequeñas gacelas, además había visto sus fuertes y afiladas garras
y sus puntiagudos y desgarradores picos. Nada, imposible atreverse ni con ellos
ni con sus crías, eran muy vengativos.
El primer día subió y bajó
diez montañas sin encontrar ninguna víctima. El segundo día, incrédulo, volvió
por sus pasos y de nuevo subió y bajó las diez montañas del primer día. El
tercer día hizo el mismo recorrido que el primero y sí, encontró algo, un
puerco espín que nada más verle se hizo una bola adoptando su postura defensiva.
Durante el cuarto día encontró un pequeño río, entre la cuarta y la quinta
montaña, que transcurría con gran fuerza. Allí se quedó aunque tenía previsto
subir y bajar dos más.
Pensó que en ese río podía
haber peces, no le gustaban mucho, pero cazar alguno podía calmar sus ansias.
Quizás también podría encontrar alguna rata de agua o un castor o un mapache.
Hacía frío y el agua estaba helada, a los felinos no les suele gustar mucho
zambullirse pero Kruon era atípico y no solo no le importaba sino que le
gustaba. Desde la orilla veía grandes peces moviéndose por las transparentes
aguas. El fondo del río estaba cubierto por grandes lanchas de piedra y muchos
y multicolores cantos rodados. Se metió sigilosamente en el agua pero aún así
los peces, truchas debían ser, pensó, desaparecieron instantáneamente. Decidió
quedarse quieto con las patas en el agua para ver si los peces se confiaban y
comenzaban a salir de nuevo. Debió pasar mucho tiempo pues le comenzaban a
doler las extremidades, y de repente apareció lo que estaba casi seguro que era
una trucha, muy grande, esperó que pasara por delante de él y se lanzó a por
ella sacando sus garras y juntando sus patas traseras para el salto. Llegó a
tocarla pero el pez se le escurrió dejando a Kruon completamente sumergido en
el agua, cuando logró sacar la cabeza vio como la trucha se había dado la vuelta
y le miraba mofándose de él, o al menos era lo que interpretó en aquellos
momentos. Lleno de rabia saltó de nuevo sobre el pez que se le escapaba
continuamente en cada salto y en cada zarpazo. Le persiguió por el río sin
parar, durante decenas y decenas de metros, saltando de piedra en piedra y
sorteando troncos caídos. Iba con la mirada fija en la trucha, encelado, sin
darse de cuenta de nada más, cuando de repente vio como su presa saltaba al
vacío. Alzó la vista y solo veía cielo. Muy asustado intentó frenar pero, entre
el fuerte impulso que llevaba y que se encontraba sobre una grande y
resbaladiza lancha de piedra, no pudo parar y cayó al vacío varios metros que a
él le parecieron decenas, notó una sensación de vacío en el estómago y finalmente
se golpeó contra unas grandes raíces de madera que se extendían sobre una gran
charca de aguas muy verdes. Se hizo mucho daño, estaba muy asustado y le dolía
mucho el lomo, aunque podía haber sido mucho peor.
Allí se quedó, varias horas, inmóvil,
sobre las raíces, sin moverse, estaba cansado y había pasado mucho miedo. Primero
se levantó sobre sus patas delanteras y no sintió gran dolor al estirarlas,
luego hizo lo mismo sobre las traseras, eso sí que dolió, y con esfuerzo caminó lo suficiente para
apartarse del agua y encontrar un sitio seco y resguardado del viento. Allí
pasó la noche.
Por la mañana le despertaron
los dolores y al intentar estirarse sintió un fuerte dolor en el lomo y
también, aunque menor, en las patas, sobre todo en las traseras. No podía
continuar así su viaje, así que decidió quedarse donde estaba, en su imprevista
guarida, detrás de unos troncos caídos entre los que había muchos matorrales.
Todos los días, recién
despertado intentaba estirar sus miembros para comprobar el nivel del dolor y
la posibilidad de caminar. Cada día mejoraba algo, o al menos eso era lo que le
parecía, pero cada día también notaba más debilidad , porque llevaba mucho
tiempo sin cazar y por lo tanto sin comer. Un día probó unas hormigas que
pasaron cerca de su boca, le bastó estirar la lengua, pero lo único que pasó es
que le provocaron arcadas.
Una mañana, oyó unos ruidos
cerca que le pusieron alerta y a la defensiva, no movió ni los párpados para no
hacer ruido. Podía ser una presa y podría intentar capturarla y así saciar su
hambre. Se acercaba. Por el ruido y la cadencia de sus pisadas tenía que ser
grande y pesado, eso le desanimó, no estaba en condiciones de enfrentarse a
algo así. De repente pudo divisar entre las ramas cómo un animal grande se
ponía a dos patas buscando algo en la parte superior de un arbusto cercano.
Intentó levantar un poco la cabeza para poder ver algo más. Efectivamente, era
grande y peludo, debía tratarse de un oso, un animal que no había en la meseta.
Una vez estando con la manada vieron uno cerca del valle, pero después de
observarlo bien Taor decidió que se dieran la vuelta, por lo que pensó que
debía tratarse de un animal peligroso, como los lobos.
El oso estuvo un buen rato
allí, cogiendo lo que fuera que estaba buscando, y se fue como vino, sin ningún
sigilo. Kruon no movió ni un pelo, se mantuvo tan quieto que al verse libre de
lo que consideraba una amenaza se relajó y se dio cuenta que tenía todo el
cuerpo entumecido. Se percató de que partir de entonces debía mantenerse
vigilante.
Después de transcurridos
varios días notó que bajaron tanto los dolores que ya le permitían reanudar su
camino. Con mucho esfuerzo subió a la rama de un árbol para probar su estado de
forma y constató que sí, ya podía seguir su camino, pero con mucho cuidado
porque se sentía enormemente débil. ¡Ahora tendría que alimentarse!
© Copyright de los textos, Alvaro Emilio Sánchez Tapia, 2019
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