viernes, 25 de octubre de 2019

2017, un día de verano.




Hace un buen día de verano, estamos en Julio pero el sol no abrasa nuestra piel, ni ciega nuestros ojos, ni aplasta nuestra actividad vital hacia una oscura cueva. Todo eso ya sucedió en Junio. Está siendo un año extraño, aunque, ahora que me fijo, todos lo son, todos son distintos y en algún momento sucede algo climatológicamente exagerado. Además, los medios de comunicación lo exageran más,  tienen que rellenar papel o minutos y lo hacen de la forma más sencilla para ellos, la más vaga, sin sentarse un tiempo a pensar, a meditar o a investigar, haciendo el menor esfuerzo físico y mental. Si hace calor (mucho calor) en Junio, pues se dedican a gastar muchos minutos en ello. Entrevistas, reportajes actuales e históricos, debates con participación de pseudo-expertos, exposición de toda clase de criterios que apuntan a la teoría del Calentamiento Global, etc... Con la cantidad de cosas que hay sobre las que informar, que denunciar... En fin...

Pero mi climatología particular, la íntima, anda en estado de vigilia, de guerra, de resistencia. Luchando contra las ondulaciones bajas de la sinusoidal de la vida, en estado de «aguantar», sin saber lo que va a pasar mañana pero sabiendo que existe una probabilidad alta de que no sea bueno, de que sea irreversiblemente malo, o no. 

El único consuelo es la tranquilidad de ánimo y de conciencia. De que estás intentándolo, haciendo lo que puedes, esforzándote física, mental y emotivamente.

Ya no sé si deseo que llegue mañana o no, aunque da igual, porque llegará.  Pero expresa mi  estado de ánimo. Por otro lado creo que en el fondo, aunque intente animarme, no tengo esperanza de que suceda algo positivo,  aunque lo deseo fervientemente. En fin, todo esto es muy complicado y por tanto confuso.





© Copyright de los textos, Alvaro Emilio Sánchez Tapia, 2017

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