Kruon durmió aquella noche
allí mismo, en la orilla, muy cerca del agua, escuchando los aullidos de los
lobos y los rugidos de los leones. Estaba solo, no resistiría el ataque de
cualquiera de las dos manadas por lo que tendría que mantenerse alejado de
ellos.
Caminó sin rumbo varios días
hasta que llegó a un lugar en el que pensó que se podría quedar a vivir, pues
se sentía a salvo. Era la cumbre de una de las montañas que rodeaban el hermoso
y verde valle, el pico Tormentoso. Era un lugar rocoso, seco e inhóspito donde
solo crecían hierbas, pequeños arbustos y líquenes. Pero había conejos,
ratoncillos y culebras con las que poder alimentarse en caso de necesidad,
además siempre había agua, pues había neveros perennes.
A las pocas semanas su
espíritu sanguinario le mordía interiormente, una comezón interior que le iba
devorando sin pausa el corazón, estaba inquieto, rabioso. Tenía que salir a
probar de nuevo el olor de la sangre.
Desgraciadamente para sus
habitantes, llegó a hacerse famoso en el valle. Durante sus bajadas esquilmaba
los rebaños de ovejas y cabras dejando decenas de ellas muertas tras su paso.
La gente de los pueblos adquiría grandes perros pastores para cuidar los rebaños,
pero Kruon acababa también con ellos, solo le ayudaban a saciar aún más su
crueldad.
La gente en el valle estaba
muy preocupada y asustada y realizaron batidas en busca del tigre, pero nunca
conseguían dar con él, su guarida se encontraba en un sitio muy poco accesible
e inesperado.
Así que con el tiempo se
dieron cuenta que su única defensa consistía en construir enormes establos
donde dejar los rebaños por la noche y estar permanentemente vigilando durante
el día, a su lado, armados con escopetas
cargadas y preparadas para disparar.
De esta forma las batidas de
Kruon por el valle comenzaron complicarse
mucho, no conseguía víctimas fácilmente y además alguna vez le pasó una bala
demasiado cerca.
Kruon se fue haciendo cada vez
más astuto pero también aún más amargado y cruel. Sus salidas eran cada vez más
frecuentes y arriesgadas, sus víctimas cada vez eran menos y por lo tanto su
nivel de ansiedad hacía que a veces le pareciera que iba a explotar. Tenía que
hacer algo, ¿pero qué? A la meseta no podía bajar pues le esperaba la muerte o
atacado por Taor y su manada o por los ataques de leones y lobos. Se dio cuenta
que su única salida era cambiar de guarida, explorar la cadena montañosa que
rodeaba al valle y de la cual el pico Tormentoso formaba parte. Decidió que eso
sería lo que haría, sin perder tiempo, a la mañana siguiente.
© Copyright de los textos, Alvaro Emilio Sánchez Tapia, 2019
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