Aunque era consciente de que ya nadie era así, o, por lo menos, nadie se comportaba así, no lo podía remediar, su vida le había convertido en lo que era y no sabía si podría cambiar, aunque tampoco sabía si estaba dispuesto a realizar algún esfuerzo por ello.
Era una tarde luminosa y bonita, hacia buena temperatura y había mucha gente por la calle. El aroma que se respiraba era el habitual del centro de Madrid, humo proveniente de los escapes de los automóviles. De cuando en cuando el ruido del escape libre de alguna motocicleta animaba los sonidos del murmullo de la ciudad.
Al llegar a la plaza se acordó de que había quedado con Ramón para cenar. Aun era pronto pero tenía que pasar por casa para coger el coche, por la noche, después de cenar le resultaba muy incomodo tener que andar buscando un taxi.
Alfonso esbozó una sonrisa, algo no demasiado habitual en él, al recordar la última vez que había visto a su amigo. Era viernes noche y Ramón se presentó en el restaurante donde iban a cenar con una botella de vino, de un buen vino de Castilla.
...... (continuará)
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