Tarde lluviosa, gris claro, lo que indica que las nubes no son demasiado espesas, pero con esa llovizna constante que acaba empapando todo y que, según dicen algunos, tan buena es para las plantas.
Salgo de trabajar y me dirijo a la boca del Metro, mi camino de vuelta a casa. Hoy no es muy tarde y pienso en mi investigación. Decido acercarme al portal en el que perdí su pista ayer por la mañana.
Diviso a lo lejos el portal y me doy cuenta de que lo normal es que esté cerrado. ¡Vaya! tendré que llamar a algún piso para intentar que me abran. Me acerco, subo los cuatro escalones que separan el portal de la calle y comienzo a mirar los botones del "portero automático". Hay cinco pisos y dos letras por piso, A y B. En el marco de la derecha hay una placa dorada que indica "Dr, Donoso - Alergólogo / 1º B". Esa es mi solución, llamar al alergólogo y que me abran. Pero cuando mi dedo índice de la mano derecha está a punto de pulsar el botón del primero B, escucho una voz a mi espalda que me dice.
- Deje, no se moleste, ya abro yo, va al alergólogo ¿no?
Es una señora completamente cargada de bolsas de la compra que, después de dejar descansar algunas de ellas en el suelo, abre la puerta.
Por supuesto la sujeto la puerta para que pueda pasar y a continuación paso yo.
Me deja un poco perplejo la confianza que esta señora ha depositado en mí, porque podría ser desde un ladrón, pasando por un violador y hasta un asesino en serie. Pero luego me acuerdo de lo que dice mi amiga Milagros.
- ¡Ay hijo! si con el aspecto que tienes es imposible que nadie pueda desconfiar de ti.
En realidad cuando me lo dijo no supe si tomármelo como un cumplido ó directamente mal, pero en cuanto me puse a pensar porqué, rápidamente lo dejé, porque tengo cosas mucho más importantes en las que pensar. Pero, es cierto, algún día tendré que dedicar un ratito a pensar porqué una frase como esa me pudo molestar...
La señora se para delante de uno de los ascensores que hay al fondo, el de la izquierda, deposita las bolsas en el suelo y pulsa el botón de llamada.
Mientras tanto yo me dirijo a las escaleras del fondo y subo al primer piso. Me encuentro con un cuadrado descansillo en el que hay una puerta a la derecha y otra a la izquierda, todo muy feo, gris y algo desconchado, el suelo de terrazo blanco y negro horrible. No hay indicaciones en absolutamente ninguna puerta. Me vuelvo y veo que hay dos puertas de cristal a ambos lados de la escalera. Abro la puerta de la derecha y me encuentro con un ascensor a mi izquierda y una puerta a mi derecha con un rotulo que dice "Dr. Donoso". Vuelvo al descansillo y abro la otra puerta de cristal. Exactamente la misma distribución espejada pero sin ningún cartel.
Vale, puedo suponer que trabaje con el Dr Donoso, o no. Pero lo que es casi imposible es que sea su paciente, no puede ir todos los días a visitar a su alergólogo ¿no?
Por hoy ya he investigado bastante, me vuelvo a la calle y me dirijo a la boca del Metro, como todos los días.
No hay comentarios:
Publicar un comentario