Articulo de Rosa María Artal publicado por ATTAC
http://www.attac.es/2012/04/25/la-maldad/
La
maldad
25 abril 2012
Rosa María Artal – Comité de Apoyo de ATTAC España
Una se queda perpleja al ver que conflictos graves
se saldan con un “perdón”. Lo ha hecho el Rey, le pidieron hacerlo así hasta
partidos de presunta izquierda. Dice “lo siento” la ministra Ana Mato mientras
pega un tajo mortal a la sanidad pública y, junto con todo el Gobierno de
Rajoy, al –ya de por sí raquítico- Estado del Bienestar español. Una aspiraba a
vivir en un ordenamiento social y jurídico serio donde los desvíos no se
dilucidan en el campo de la moralidad sino en el de la Justicia (la oficial y
la ética).
Ocurre sin embargo que el neoliberalismo ultraconservador aúna con sin igual desparpajo la
presunta “libertad” –que solo es de mercado y por ella se cercena el Estado de
todos y los derechos de las personas- con el “como dios manda”. Por eso quiero hoy reflexionar sobre la
maldad. Un concepto moral sin raíces racionales. El bien y el mal forman
parte de la naturaleza humana. Aterrada ante lo que no entiende, separa lo
positivo de lo negativo, llegando a la aberración en el maniqueísmo que solo ve
ambos extremos sin matiz alguno intermedio. Yo prefiero utilizar el concepto
“ética” con fundamentos filosóficos casi opuestos, porque más bien habla de los
valores que rigen en una sociedad desde un punto de vista racional.
Lo peor es que el utraconservadurismo de los
neoliberales que nos gobiernan enarbola en la mano –derecha, naturalmente- la
religión (católica en España, protestante en otros países anglosajones sobre
todo). Y se cree en el derecho de imponer lo que entienden por “bien”, su
“bien”. De ahí que Rajoy prometiera “felicidad” –lo que ya debió ser un
preocupante síntoma-, y ahora solo se vea exultantes a sus correligionarios
encargados de accionar la motosierra.
Claro que
existe la maldad o como quiera
llamarse a esa actitud. De nuevo definida por conceptos morales, son más
precisos sus sinónimos: negativo, nocivo, perverso, canalla, ruin, cruel,
abominable, virulento, diabólico. Actuar
con maldad es hacerlo con egoísmo, sin afecto natural por su entorno y quienes
le rodean. También implica contravenir deliberadamente códigos de conducta o
comportamiento. En los distintos significados se le atribuye a la maldad apartarse de lo lícito u honesto, ser
corrupto y destructivo, y desde luego perpetrar desgracia, calamidad,
infortunio, desdicha.
Maldad es
mentir deliberadamente. Es un
clamor cómo lo hizo el PP para alcanzar el poder. De ahí que el portavoz de
Sanidad en el Congreso, Jesús Aguirre, dijera hace unos días sin mover un
músculo: “Ya
no estamos en campaña; es momento de decir lo que de verdad pensamos”. Y ni
aún así lo hacen. Siguen mintiendo con negaciones y eufemismos destinados a esa
clientela educada en la dicotomía de “el bien y el mal”, que no ha salido de
ella en su infinita simplicidad y falta de aprecio a sí mismos como seres
humanos. A los que ante las afirmaciones que ahora mismo hago te dirían: “Pues
el PSOE”, “Pues la herencia”, como si a todos nos afectara la desgracia de
poseer dos únicas neuronas. Es de nuevo “el bien y el mal” y punto, no hay para
ellos otros horizontes.
Maldad es
recortar los derechos conseguidos
tras largas luchas y sufrimientos para enriquecer a la camarilla de notables
afines. Maldad es podar la sanidad, la
salud y la vida; aumentar las desigualdades robando el acceso a todos a la
educación o la cultura. Maldad es decir
que “pronto se arreglará” cuando saben que sus política conducen a más paro y
más recesión, y así se lo dicen hasta
organismos abanderados del neoliberalismo.
Maldad es
manipular, embrutecer, aprovecharse de la ignorancia, fomentarla. Villanía, infamia, cobardía, desproporción en la
fuerza para acallar la disidencia. Reírse de la desgracia que provocan, en su
felicidad…
De ser unos auténticos desalmados se puede
calificar lo que hacen los correligionarios de CiU en Cataluña con la salud, y
cuyas medidas sigue paso por paso el PP. Un carné por puntos determinará el
acceso a quirófano para aligerar estadísticamente las listas de espera, y
ahorrarse tratamientos e intervenciones. La consejería de Salud evaluará la
situación laboral o personal del enfermo antes de otorgarle el “privilegio” de
ser operado en la sanidad pública. La
información desarrolla varios ejemplos:
“En las operaciones de prótesis de cadera o de
rodilla, el paciente deberá sumar 75 puntos. Para llegar a ellos, el baremo da
18 puntos si se tiene “la patología muy avanzada”, 33 si se sufre “dolor grave”
y 20 si se “es incapaz de realizar la mayor parte de las actividades
cotidianas”. Con el peor diagnóstico, un enfermo alcanzaría 71 puntos y no
tendrá garantizada la operación.
Sería el caso de una persona que no trabaje, que
tenga una persona que le cuide y sin nadie a su cargo, tres variables que suman
cero puntos y que son habituales en pacientes ancianos. El sistema puede
perjudicar, por ejemplo, a los parados”.
Esto
mientras se entregan cantidades bimillonarias a los bancos (que encima no dan créditos que reactiven la
economía) o se elude de la molesta carga de cotizar el mismo baremo de
impuestos que pagamos todos a las rentas altas, ofreciendo el caramelo
demagógico a la galería desinformada de que abonen (en las medidas del PP) un
60% de los medicamentos.
Contra la
maldad no cabe el perdón, ni rezar
tres avemarías; para el daño existe la
Justicia, siquiera, como decía, la ética. “Para que triunfe el mal, basta con que los hombres de bien no hagan
nada”, dicen que dijo allá por el siglo XVIII el pensador irlandés Edmund
Burke. Seguimos regidos por conceptos morales. Para alejarme del maniqueísmo
quiero entender que el daño practicado a sus semejantes, ellos lo llevan a cabo
por un “bien” superior, el que su dios manda. El dios del dinero, el egoísmo,
las castas, el desprecio al inferior, la acumulación de prebendas para los
elegidos por el Todopoderoso.
El peligro reside en no identificar a los
culpables, en desviar la atención, a veces, hacia otros tan desgraciados o más
que nosotros. Lo hacía Edward Norton en este impresionante alegato de la
película “La última noche” dirigida por Spike Lee. Se queda como una rosa al
expresarlo en un grito, pero lo cierto es que acaba… bien jodido.
ATTAC
España no se
identifica necesariamente con los contenidos publicados, excepto cuando son
firmados por la propia organización.
No hay comentarios:
Publicar un comentario