viernes, 13 de enero de 2012

Su dicha era enorme.


Y volvió a sentir la vida con toda su intensidad en cada centímetro de su piel, que volvió a estar fresca y suave. Sus ojos retornaron a ese optimismo natural y refrescante de todas las mañanas. Su ánimo se desbordó de nuevo, al igual que la alegría natural que iluminaba su cara. Sus sentidos, que no se habían aletargado del todo aun, explotaron vitalmente y su respuesta era de nuevo atenta y rápida ante cualquier estímulo.

Su dicha era enorme, además de las dos hadas ahora tenía una bruja buena.
  

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