jueves, 22 de diciembre de 2011

Clara (5)


  
  
Alfonso no pudo evitarlo, salió del portal con una enorme sonrisa guasona en la cara.

Recogió la americana del tinte y al volver hacia su casa, absorto como estaba en sus pensamientos, sus vanos pensamientos, no se dio cuenta de que algo se había enganchado a los bajos de sus pantalones. Cuando ya estaba a punto de darse cuenta, escuchó unos agudos ladridos a sus pies y de nuevo una voz que no le era desconocida.

- Vaya, hoy no es nuestro día, ni el tuyo ni el nuestro.

Miki estaba gruñendo y ladrando enganchado a los bajos de sus pantalones, al verlo Alfonso comenzó a hacer ridículos movimientos subiendo y bajando las rodillas de sus desgarbadas piernas mientras la mujer, ahora, desde su nuevo rol de agresor, se reía a carcajadas hasta que pudo respirar lo suficiente y relajar su pared intestinal para acudir en defensa del desconocido, aun a sabiendas de que tendría que frustrar la venganza de su mascota.

- Parece que no quieres salir de nuestras vidas.

Miki no quería soltar su presa, se resistía con todas sus fuerzas, pero dado su tamaño éstas eran escasas, Clara solo tuvo que rodear el vientre del bicho con su mano derecha y levantarlo llevándoselo contra el pecho mientras le tranquilizaba hablando con voz suave.

- Vale Miki, ya esta bien.

Una vez que el bichejo dejó de ladrar, levantó la mirada hacia Alfonso, que estaba con la pierna derecha levantada en equilibrio inestable tocando los bajos de su pantalón y evaluando el alcance de los daños producidos por el ataque.

- ¿Estas bien? ¿No tienes ninguna magulladura? ¿Puedes caminar?

Alfonso fue incapaz de entender la burla.

- Bueno, de esta salgo. Eso si mis pantalones tienen poca solución.

- Venga hombre, vente que te invito a un café.

Clara se puso a caminar sin darle ninguna opción de respuesta. Tanto que cuando se quiso dar cuenta estaba sola, nadie la seguía, estaba en la puerta del bar con Miki en la mano y sola.

Alfonso estaba ocupado sacudiendo la americana que durante el fragor de la pelea del chucho contra sus calcetines había acabado en la calzada, algún coche había pasado por encima dejando las marcas de sus neumáticos y planchándola un poco más, aunque no hiciera falta.
  
   

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