Y se estrelló, sobre un suelo duro y seco. Y se rompió en mil pedazos.
Ese fue el hecho, pero nunca sabría si hubo agua, aunque tenía la certeza de que sí, la había.
Afortunadamente por allí estaban el Hada de los Abrazos y el Hada de la Alegría, que con dulzura y destreza recogieron cada uno de los trozos, juntándolos y pegándolos.
Una vez finalizaron tan delicada tarea, cogieron sus varitas mágicas y dieron un toque con ellas a su corazón. De nuevo volvió a la vida.
Gracias a las Hadas sólo iba a ser doloroso, no definitivo.
El descenso libre fue una gran experiencia. Una maravillosa experiencia de vida. Mereció la pena.
A partir de ese momento solo iba a ser muy doloroso.
Nada más.
Una vez finalizaron tan delicada tarea, cogieron sus varitas mágicas y dieron un toque con ellas a su corazón. De nuevo volvió a la vida.
Gracias a las Hadas sólo iba a ser doloroso, no definitivo.
El descenso libre fue una gran experiencia. Una maravillosa experiencia de vida. Mereció la pena.
A partir de ese momento solo iba a ser muy doloroso.
Nada más.
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