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Peña de las Fiestas de Vicalvaro en la plaza, frente a la churrería. |
Tengo que contar, para quien aun no lo sepa,
que soy madrileño, del barrio de Lavapiés, pero ahora vivo en Vicálvaro, por lo
tanto ahora este es mi pueblo, y me encanta mi pueblo, ha sido un
descubrimiento para mi.
Bien es verdad que aquí tengo algún importante
"interés", bueno, más bien un sentimiento, por eso lo pongo entre
comillas, interés puede significar otra cosa que no es aplicable en este caso,
aunque alguna vez me hablaron de ello.
En realidad Vicálvaro es un distrito de Madrid, creo, pero yo lo llamo pueblo porque
es lo que me parece, a lo que se me asemeja, y por eso me gusta más.
De niño, viví el Lavapiés castizo, sus últimos
soplidos, su último aliento, sus últimos años de vida antes de morir y
reencarnarse generosamente en otra cosa. Y algo de eso encuentro ahora en Vicálvaro,
no se explicarlo bien, es más un sentimiento, un "estar", una
sensación. El caso es que ando por sus calles, su plaza, sobre todo por su casco
antiguo y siento autenticidad. Pero me preguntaréis, ¿autenticidad de qué?
Vamos a pensar... quizás la que da la gente,
que se conoce, que se saluda en el bar, en las tiendas, en la calle. La del
pequeño comercio, las tiendas, los bares pequeños, tascas, de aspecto algo
cutre pero limpias, sitios viejos más que antiguos, ruidosos, con gente que aun
habla fuerte, hombres, muchos mayores, pero también jóvenes, con aspecto rudo y
en algún caso palurdo, bendita palurdez en un mundo tan flojo y light como el
de ahora en el que muchos tíos tienen que beber hasta estar cerca de la borrachera
para excederse de ser ellos mismos. Ese es su problema que nunca serán ellos
mismos porque sin alcohol les falta valor. Bueno no todos, pero ese tipo de
"flojo" abunda demasiado.
Sí, en mi pueblo aun encuentro tíos con
aspecto rudo, con aspecto seguro, directo, como en el Lavapiés de mi infancia.
Y que conste que rudo no significa maleducado, ni inculto, ni torpe, son cosas
distintas, que nadie se equivoque.
Bueno, otro día contaré mas impresiones mías
sobre mi pueblo.
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Partido de la selección en El Meson "El Aguila", descanso. |
Hoy solo contar que este fin de semana pasado
fueron las fiestas y estuve en ellas. Las calles estaban llenas de peñas con la
gente vestida, en cada una, de un color distinto, con leyendas en las
camisetas. Unas iban con música incorporada y otras no, pero todas de bar en
bar. Mucho ambiente, colorido y ruido en las calles, casi a cualquier hora,
incluida la de la siesta.
Este año el follón se ha visto incrementado
por la expectación creada por la final del campeonato de Europa de selecciones
de futbol. Ahí estaba la roja y todas las peñas de Vicálvaro pendientes del
evento. Mi pueblo estaba lleno de banderas de España, en algún caso demasiadas,
un exceso, como es mi pueblo, un exceso en algunas cosas. Otra seña de
identidad. El exceso es muy español. Bastantes banderas con el toro en negro en
medio, quizás, tal y como están las cosas, mejor que ese escudo de los Borbones
que tanto juego ha dado en las retransmisiones del futbol.
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Bocata de gallinejas. |
El sábado por la noche estuvimos en la feria,
según me dijo Nines estaba en el recinto donde ponen todos los años las
casetas, la música, los puestos de comida... al final del Paseo de Villablanca.
Y me encantó, porque me encontré con las fiestas de un pueblo, de un pueblo
grande e importante, pero en el que se respiraba ese ambiente de gente que se
divierte porque se lo está pasando bien, con sus vecinos, con sus amigos del
barrio, no porque ha ido a divertirse y tiene la obligación de hacerlo.
Chavales y chavalas recién salidos de la
adolescencia, papás de estrene con niños pequeños en un carrito (de esos
muchos, debe haber un buen índice de natalidad en mi pueblo), inmigrantes de
varias nacionalidades, tanto europeos del este como sudamericanos, grupos de
veinteañeros, de treintañeros, familias enteras con abueliyos y to, y...
nosotros. Yo me zampé un bocata de gallinejas supercojonudo, bien fritas como
debe ser, con un vaso bien de cerveza. Me supo a gloria. Luego en la parte de
la música saltamos y bailamos. A continuación dimos una vuelta por los puestos,
había tómbolas de boletos, de las que había en mi Lavapiés cuando era pequeño y
coches de choque, montamos y me llevé algún buen choquetón de costao, aunque
quien me dio tampoco se fue de rositas...
En fin, una noche preciosa después de la
fiesta de sevillanas que habíamos tenido ese mismo día.
Una noche preciosa, un día precioso y un fin
de semana precioso.
Por cierto, si alguien no se ha enterao la
selección española, la roja, ganó el campeonato de Europa en Kiev. A los
italianos por cuatro a cero.