lunes, 27 de octubre de 2014

Equilibrio.



Esto lo guardo aquí para mi mismo, si alguien lo ve y le interesa, pues mejor.

Buena lectura. Publicado en El País el 26-Oct-2014.

http://elpais.com/elpais/2014/10/24/eps/1414167327_661240.html

No es nada personal


La vida cotidiana pone a prueba el equilibrio emocional cada vez que nos sentimos ofendidos por otra persona. Puede ser alguien del entorno familiar, un jefe o compañero de trabajo, o incluso un desconocido que nos trata de forma que consideramos grosera.

A lo largo del día interactuamos con decenas de personas, lo cual brinda numerosas ocasiones para ofenderse y vivir con amargura. Porque lo peor de todo es que una vez producido el desencuentro, si no se hace nada para olvidarlo, el rencor puede quedar fluctuando por la cabeza durante horas… llegando a turbar incluso el descanso nocturno. En este artículo se va a ver por qué sucede y cómo poder deshacerse de este lastre.

El enfado ante las actitudes de los demás es una pura elección. Prueba de ello es que hay personas que no se inmutan por nada, mientras que otras saltan ante cualquier comentario, gesto o mirada que interpreten como hostil. ¿Dónde radica la diferencia entre unas y otras?

El doctor en psicología Martin Lyden opina que las personas susceptibles son aquellas que poseen menos empatía. Todo lo filtran según lo que harían ellas, y cualquier cosa que se salga de su propio código de conducta lo interpretan como un ataque.

Así, por ejemplo, a quien contesta los mensajes de su smartphone de inmediato le parecerá una falta de educación que el receptor no reaccione hasta varias horas después. La ofensa se basa en una mera interpretación, ya que el ofendido presupone que su interlocutor no tiene ganas de contestar, cuando tal vez sencillamente esté en una reunión de trabajo donde no puede hacerlo.

Otros motivos de ofensa pueden ser una respuesta demasiado seca por parte de alguien o bien un tono de voz inadecuado, entre muchas posibles razones.

Veamos qué sucede en la mente de alguien con “piel fina” ante una situación que considera de conflicto:
  • El comentario o acción desafortunados despiertan ofensas pasadas, que pueden degenerar en un infierno mental.
  • Merma de la autoestima debido al papel de víctima que asume el ofendido, a partir de la idea de que aquello ha pasado deliberadamente para humillarle.
  • Deseo de venganza ante el daño recibido, lo que puede derivar en una discusión o en un “silencio castigador” para hacer notar al otro que nos ha herido.
  • Aumento de la ansiedad ante el cóctel de emociones negativas que se van albergando.
Ante la tortura que supone pasar por estos estados mentales, a menudo debido a una menudencia, el doctor Martin Lyden propone un remedio de choque: “El humor implica un replanteamiento de lo que ha sucedido. Reconocer una incongruencia en una situación puede ser humorístico y, por lo tanto, sanador”.

Uno de los grandes aprendizajes de todo ser humano es aceptar que las personas a nuestro alrededor nunca se expresarán como nosotros lo haríamos, ni se comportarán como esperamos, y no pasa nada.

Pensemos en lo que debe sentir la estrella de un equipo de fútbol cuando salta al campo rival en medio de una tormenta de silbidos e insultos. Estos deportistas no pierden la calma y pueden jugar perfectamente concentrados, lo cual demuestra que cualquier persona puede blindarse ante la hostilidad ajena.

Incluso cuando no es una percepción, sino una realidad contrastada por todos, tenemos la oportunidad de endurecer nuestra piel ante el ataque para que no nos afecte.

En una ocasión le preguntaron al Dalai Lama por qué no estaba enfadado con el Gobierno comunista chino, después de haber tenido que exiliarse, entre muchos otros percances. Su respuesta fue: “Si me enojara, entonces no sería capaz de dormir por la noche o de comer mis comidas en paz. Me saldrían úlceras, y mi salud se deterioraría. Mi ira no puede cambiar el pasado o mejorar el futuro, así que ¿para qué serviría?”.

Sin duda, un ejemplo extraordinario de lo que es tener la “piel gruesa”, que presenta las siguientes características:
  • La persona dedica poco tiempo a valorar cualquier posible roce o desaprobación.
  • Se centra en lo inmediato y, muy especialmente, en aquellas cosas y personas que le satisfacen.
  • No interpreta por qué una persona habla o actúa de cierto modo. Se limita a evaluar el hecho, de forma positiva o negativa, sin juzgar.
  • Es capaz de asumir críticas, por si le sirven para mejorar algún aspecto, y de desestimar las opiniones que no le resultan útiles.
Supuestamente basado en la sabiduría de los toltecas, en el best seller Los cuatro acuerdos Miguel Ruiz dedica uno de ellos al lema: “No te tomes nada personalmente”.

Según este autor mexicano, hacerlo es una muestra de egoísmo, ya que parte de que todo gira a nuestro alrededor. En su opinión, además, esta manera de abordar la conducta de los demás es totalmente infundada. En sus propias palabras:

“Nada de lo que los demás hacen es por ti. Lo hacen por ellos mismos. Todos vivimos en nuestra propia mente; los demás están en un mundo completamente distinto de aquel en que vive cada uno de nosotros (…) Incluso cuando una situación parece muy personal, por ejemplo cuando alguien te insulta directamente, eso no tiene nada que ver contigo. Lo que esa persona dice, lo que hace y las opiniones que expresa responden a los acuerdos que ha establecido en su mente. Su punto de vista surge de toda la programación que recibió durante su domesticación”.

Ruiz entiende por domesticación todos los prejuicios e ideas preconcebidas que vamos acumulando a lo largo de la existencia. Y lo peor que podemos hacer ante una persona que nos ofende —de forma objetiva o no— es defender nuestras creencias, ya que con ello sólo lograremos aumentar y prolongar el conflicto.

“Cuando no tomarte nada personalmente se convierta en un hábito firme y sólido, te evitarás muchos disgustos en la vida”, afirma Ruiz. “Tu rabia, tus celos y tu envidia desaparecerán, y si no te tomas nada personalmente, incluso tu tristeza desaparecerá (…) Alguien puede enviarte veneno emocional de forma intencionada, pero si no te lo tomas personalmente, no te lo tragarás. Se vuelve más nocivo para el que lo envía, pero no para ti”.

"La paz interior empieza cuando eliges no permitir que otra persona o evento controle tus emociones”. Proverbio oriental

Al final, el mundo será tal como se mire, ya que se puede fijar la atención en un amplio espectro de realidades. Cada persona con la que se interacciona es un conjunto de fortalezas y debilidades, es clara en unos aspectos y confusa en otros, acierta o falla en diferentes cuestiones vitales.

Nuestra relación con el mundo dependerá, por lo tanto, de lo que cada cual quiera ver en el prójimo. Nos podemos quedar con sus mejores virtudes o bien sentirnos heridos y decepcionados por aquella parte de los demás que no cumple las expectativas.

Tal como afirma Wayne Dyer: “Si eres objetivo, descubrirás que lo que en realidad te ofende es cómo consideras que deberían comportarse los demás. Sin embargo, por sí mismo, el sentirse ofendido no altera los comportamientos desagradables (…) Tu ego insiste en que tienes derecho a sentirte ofendido. Esos juicios derivan de una idea falsa de que el mundo debería ser como tú eres y no como es”.

Si dejamos de dictar rígidamente lo que los demás deberían sentir, pensar y hacer se pueden evitar muchos enfados y decepciones, y liberar así una energía preciosa para construir relaciones saludables desde la empatía, el humor y la serenidad.




La vida no es siempre justa

“Parafraseando algo que mi maestro Mordecai Kaplan solía decir, esperar que el mundo te trate bien porque eres una persona honesta es como esperar que el toro no te embista porque eres vegetariano. Me gusta pensar en ello no como una pérdida de inocencia, sino como el principio de la sabiduría, entender que puede que la vida no sea justa, pero nos ofrece toda clase de posibilidades y compensaciones.

Cuando nos sucede algo malo, nos sentimos castigados por el destino. Podemos llegar a pensar que todo el mundo ahí fuera es feliz y está sano, y que sólo nosotros sufrimos (…), pero nada más lejos de la realidad”. Overcoming Life’s Disappointments, de Harold Kushner.









viernes, 10 de octubre de 2014

ASERTIVIDAD




He leído esto y me gusta. Ya se que no es novedoso, simplemente me gusta recordarlo.

Fuente: http://barcelonalternativa.es/que-es-la-asertividad/


 La asertividad es la expresión directa de los propios sentimientos, necesidades, derechos legítimos u opiniones, sin ningún tipo de violencia hacia los demás, ni vulneración de los derechos de las demás personas.

Ser asertivos significa tener la capacidad de expresar lo que queremos, lo que sentimos, sin herir los demás.

La persona asertiva sabe escuchar, sabe trasmitir lo que piensa, lo que desea, sabe respetar los sentimientos y las opiniones de la otra persona y la que, en el transcurso de una comunicación interpersonal, sabe crear un ambiente de cordialidad y confianza.

Características de personas asertivas.

1. Expresa sus deseos o sentimientos, tanto “positivos” como “negativos”, con claridad.
2. Repiten su deseo tantas veces como sea preciso.
3. Dice “NO” cuando desean, sin poner excusas.
4. No mienten.
5. Nunca discuten.
6. Aceptan críticas.
7. Comprenden la postura del otro.
8. Llegan a acuerdos; ofrecen alternativas.
9. Piden información.
10. Dan información.
11. Hacen confidencias personales.
  
  
  
  


miércoles, 8 de octubre de 2014

Alberto Garzón interesante e inteligente siempre



En lo que yo conozco de IU, que es poco, lo reconozco, es el único que tiene credibilidad para mi.

Conozco poco de IU porque han conseguido no interesarme casi nada, excepto Alberto Garzón. Como en su día me interesó (y me interesa) Julio Anguita.



 
 
 
 
 
 

martes, 7 de octubre de 2014

Indice de Productividad

 
 
 
Estoy bastante harto de escuchar eso de que “El Índice de Productividad del trabajador español es muy bajo, uno de los más bajos de Europa”. Así, con esa facilidad, generalizando y sentenciando, como quien dice algo absolutamente irrefutable. Sí, estoy muy harto.

Es un comentario gilipollas, promovido de forma interesada y recogido y propagado por aquellos que no se han preocupado en analizarlo.

A mí que me lo demuestren, con algún ejemplo por favor.

El índice de productividad se mide con la siguiente formula:

Cantidad de bienes o servicios producidos
---------------------------------------------------
Cantidad de recursos utilizados

Entiendo que cuando se compara un Índice de Productividad de un país con respecto a otro se hace teniendo en cuenta un producto (bien o servicio) bien definido y que es exactamente igual en ambos países. Al decir exactamente igual me refiero a que sea el mismo físicamente, técnicamente y con el mismo nivel de calidad.

¿Eso se hace?

Estoy a punto de poner la mano en el fuego por que NO.

Pero suponiendo que se haga, que realmente nuestro Índice de Productividad comparativo salga mal en general, ¿es el trabajador el único responsable de que sea así?

¿No influirán también asuntos como?:

¿Como esta organizado su trabajo?
¿Las herramientas con las que cuenta?
¿El ambiente físico y psicológico de trabajo?
¿La motivación inducida?
¿La capacidad adquisitiva de su sueldo?
¿Los procedimientos?
¿Las medidas de seguridad con las que cuenta?
Etc...

Mi respuesta es: SI

Entonces, ¿no sería más correcto decir que “El Índice de Productividad de las empresas españolas es muy bajo, uno de los más bajos de Europa”?

Si, pero es injusto generalizar, porque hay empresas españolas que SI, son muy competitivas.

Entonces, ¿No sería una buena medida analizar aquellas cuyo índice de productividad es comparativamente bajo y ver porqué es y tomar medidas?

Y mientras tanto dejar de seguir diciendo gilipolleces que tanto daño nos hacen, sobre todo cara al exterior.


En fin, lo que tantas veces digo: ... números, números, números… …mentiras, mentiras, mentiras…
    
   
   

lunes, 6 de octubre de 2014

Pensamientos matutinos en la ducha



El agua cae relajando su cuerpo. Tibia, agradable.

Ahí está, encima del marco inferior de la ventana. Las patas hacia arriba, las alas mojadas pegadas a la superficie blanca. No puede moverse aunque lo intenta agitando las patas desesperadamente.

Es una molesta mosca.

Sí, está sufriendo. Lo mejor sería aplastarla para que dejara de hacerlo. Pero ¿con qué? Con el dedo por supuesto que no. Pero ¿con qué?  

No se merece que salga de la ducha mojado para coger un trozo de papel higiénico y aplastarla.

Son muy, muy molestas.

Pero es su condición, ellas no tienen la culpa. Las han hecho así.

Termina de disfrutar del remoje matutino y sale de la ducha. Ahí, en el mismo sitio queda la mosca.

No son los únicos seres molestos que existen.

Piensa en la condición de otros seres humanos: criminales, defraudadores, asesinos, pederastas, acosadores, terroristas, corruptos..., son mucho más molestos y nocivos que esa mosca.

¿Se merecerían ellos un tratamiento mejor?

Aparta su mente de ese pensamiento. No merece la pena.


Son pensamientos matutinos y absurdos en la ducha.




jueves, 2 de octubre de 2014

Empresarios de mierda (EdM).

 
  

Alguna vez he comentado en este blog  que cada vez hay menos grandes empresarios. Cada vez hay más grandes sociedades anónimas uninacionales o multinacionales dirigidas por altos ejecutivos que en la inmensa mayoría de los casos van solo a cumplir objetivos a corto plazo. Objetivos económicos que les marcan los consejos de administración y que lo único que pretenden es obtener esos beneficios también a corto plazo. Y así les va, bueno, así nos va a todos.

Pero aquí, en España, quedan muchos pequeños empresarios, muchos.

Los hay buenos, la mayoría. Se preocupan por su negocio y consiguen con esfuerzo, dedicación  e inteligencia sacarlo adelante poco a poco. Son honestos en la medida de lo posible, porque nuestros gobiernos, los múltiples que tenemos, cada vez nos lo ponen más difícil. Se quejan lo justo, porque saben que la situación es difícil, pero que la mejor forma de sacar el negocio adelante es que tenga unos buenos cimientos y en eso están, por eso se pelean día a día.

Contratan solo el personal que necesitan después de un cuidadoso proceso de selección. Intentan tener a sus empleados motivados porque saben que son parte muy importante del éxito de su negocio. Eligen también cuidadosamente a sus proveedores en base a sus necesidades y enfocan bien su segmento de clientes cuidándolo con esmero, casi con mimo.

Pero cada vez se da más el caso de lo que aquí defino de forma despectiva como “Empresarios de Mierda” (a partir de ahora me referiré a ellos como EdM). Son vagos, brutos, deshonestos, ignorantes y caprichosos.

Una de las características de los EdM es que todo el mundo tiene la culpa de que su negocio vaya mal excepto ellos. Otra es que los empleados siempre son un lastre y los proveedores un coñazo necesario, al igual que los clientes. Su objetivo principal es sacar la mayor cantidad de "pasta" en el menor tiempo posible.

Mientras las cosas iban bien, no tenían problemas, pero... ¡jooooder ahora!

Cuando cualquier empresario contrata un empleado es porque necesita a alguien que le ayude a sacar adelante su negocio. Que no nos quepa duda a nadie. Pero el EdM habitualmente lo contrata también para escaquearse de parte de su trabajo o incluso de parte de sus responsabilidades. Lo normal es que un EdM no trabaje, para eso están los empleados, porque con frecuencia ni siquiera piensa. Son caprichosos y el trabajo intelectual no les interesa, salvo para sus “caprichitos”, claro.

Un EdM habitualmente no organiza su negocio, organizar no suele formar parte de sus caprichos. Por lo tanto ante la falta de organización, la cantidad de trabajo aumenta y es por este motivo que un EdM tiene que tener, al menos, el doble de empleados que necesita su negocio. Y si no los tiene, las cosas irán muy mal, creando un alto grado de insatisfacción en sus clientes al no darles el nivel de servicio/producto adecuados.

Para los EdM, como ya he dicho, los empleados son una rémora. En el mejor de los casos les paga a fin de mes como un "favor" que les hace, dándoles el peor sueldo que puede, e incluso el que no puede porque esté fuera de la legalidad.

El EdM trata despóticamente a sus empleados, le da igual el nivel de motivación que esto genere en ellos, solo son seres inferiores que pueden vivir gracias al trabajo que les da.

Los negocios de un EdM, en las condiciones económicas y sociales actuales, no suelen ser muy rentables y van derechos al fracaso a medio plazo.

Los EdM pagan a los proveedores porque no les queda más remedio. Es más, si pueden no les pagan e intentan recibir algún que otro pedido alargando los plazos de pago alegándoles que es temporal, "para intentar salir adelante"...

Los EdM, cuando se dan cuenta de que el negocio va derecho al fracaso, que no suele ser a los primeros síntomas sino cuando la situación está ya bastante podrida, intentan hacer lo que sea, lo que sea, para no pagar ni a proveedores ni a empleados y seguir con el negocio hasta situaciones difíciles de entender para una persona en su sano juicio. Intentan liquidarlo de forma que no se vean afectados para nada. Y como siempre la cagan. Se arruinan y hunden a proveedores y empleados.

Pienso que realmente son una minoría, pero van en aumento.

Y además lo peor. Es un estereotipo que, dentro de nuestro entorno europeo, se da básicamente en España. Es un fenómeno típico español.

¿Ira en nuestros genes?