lunes, 26 de marzo de 2018

Teatro: Cronología de las bestias.


25/03/2018
Teatro Español MADRID

Texto y Dirección: Lautaro Perotti
Escenografía: Mónica Borromello
Iluminación: Carmen Martínez
Vestuario: Ana López
Ayudante de dirección: José Luis Huertas
Jefa de producción: Nadia Corral
Dirección de producción: Josep Domènech

Intérpretes: Carmen Machi, Pilar Castro, Santi Marín ,Patrick Criado, Jorge Kent
Una Producción de Octubre Producciones, Teatre Lliure y Teatro Español

CRITICA

Decepcionante. Se salvan los actores y algunas propuestas de salto en el tiempo. Fatal puesta en escena con demasiados movimientos, que solo despistan al espectador, en un escenario desde mi punto de vista absurdo y culpable de que casi no se oiga.Trama vacía, aunque pretenda lo contrario, y desarrollo con poco sentido y al servicio del lucimiento de la pretendida originalidad del autor y director. Quizás objetivo no cumplido, quizás autor con demasiada pretenciosidad… no se, pero me decepcionó. Eso si, teatro lleno todos los días y a un precio no barato. No nos merecemos esto. ¿Críticos? Donde están.


domingo, 25 de marzo de 2018

Mi metro en marzo



El vagón de metro se dirige al infinito. Y yo voy dentro. Y no soy consciente de ello. Voy sentado, pero hay más asientos libres. Me acompaña gente de distintas edades, nacionalidades, razas, religiones y pensamientos. ¿Serán ellos conscientes del recorrido? Los azules, claros y oscuros, un poco brillantes, con los grises claros, nos dan sensación de sosiego, al menos a mí, no sé porqué me tengo que autonombrar portavoz de todo el mundo, me pasa con frecuencia y creo que no es una cualidad positiva. Fuera hace frío y una niña, tendrá unos diecisiete años, luego no es tan niña, posiblemente post-adolescente, saca un pañuelo, de tela, para limpiarse la nariz. Frente a mi, una señora madura, jejeje, eufemismo, eso no es decir casi nada sobre su edad, mira para todos los sitios indisimuladamente, quizás debería mirar hacia sí, hacia su interior, todos deberíamos hacerlo, va vestida con una falda y una cazadora brillantes, plateadas, metalizadas, posiblemente de plástico, que a mí me parece que no solamente no la favorecen, sino que no van al compás de su edad, con esto estoy dando más pistas. Entonces veo, me fijo, que el botón de la alarma es de color rojo mientras que la palanca de desbloqueo de puertas es verde, códigos… no me gustan aunque los soporto, como tantas cosas, y pienso que hay otro tipo de no gente: los que no soportan. La chica del pañuelo habla con su amiga en un tono suficientemente alto para que pueda enterarme de lo que hablan. ¿Me gustaría saber la edad de la mujer madura? Yo creo que a quien quizás le gustaría es a la señora mayor que está sentada enfrente con su marido y que la mira disimulada pero fotográficamente, instantánea y procesamiento, repetidamente, mientras su marido mira al suelo, o quizás a los pies de ella, posiblemente porque es donde se encuentra. Y el vagón pega un pequeño frenazo, en plena curva, y el hombre negro, que acababa de levantarse de su asiento, pega varios traspiés, no puedo definirlo como maduro, tampoco niño, ni chaval, digamos treintañero, y en esos escorzos, la suela de su zapato ha dejado una raya tiznada en el suelo, le salva la barra vertical pintada en amarillo, tan intenso como el negro del joven. Seguro que todos tienen pensamientos distintos, y opiniones y creencias que se parecen, quizás, pero también distintas, y eso me gusta, la diversidad distintamente pacífica, transgresores pero gente de paz, más o menos inteligentes, más o menos amables, más o menos comprometidos, más o menos canallas. Dos señoras mulatas, no sé si la palabra vale, de mediana edad, otro eufemismo, juntas, una lleva un bebé, las dos calladas y el bebé también, pero el bebé se mueve con la inquietud de la curiosidad, de descubrir el mundo, esos contornos y esos límites que ahora no ama ni detesta, las señoras no, deben ser madre e hija, quizás, la hija es la que lleva al niño, la madre tiene un gesto de orgullo, el niño es bonito, ¿sabrán que este vagón les lleva al infinito?

Llegamos a mi estación y me apeo.


jueves, 22 de marzo de 2018

La imposible quietud


(Primera aventura de Pensamiento)

Pensamiento salió a pasear, esta vez decidió hacer running, quería ser transgresor y pensó que podía comenzar así, pero claro, no quedarse ahí, transgredir algo más. Intuía que no iba a ser fácil pero estaba dispuesto a hacer lo que fuera para conseguirlo.

Nada más salir de casa se encontró a la bella Apariencia, a la que saludó con un “buenos días”. Se dio cuenta enseguida que ella tenía mucho más fácil ser transgresora. De hecho lo era, incluso más, se temía, de lo que la realidad insinuaba. Colores, curvas, picos, peinados, ropa, gestos, movimientos… todo lo tenía de por sí sola si así lo quería, pero además con la ventaja de que podía ser puro fingimiento… o quizás no. Se podía permitir el lujo de engañar, porque no tenía ningún compromiso con la señora Realidad. El caso es que le gustó darse cuenta de ello y le dio cierta envidia, le hubiera gustado ser su vecina, vivir al lado de la dulce Apariencia. Es más, convivir con ella. Bueno, después de pensarlo bien, en realidad no. A Apariencia le regañaba mucho su tía, la señora Personalidad, y eso no le gustaba, nada. Personalidad era muy suya para sus cosas y algunas veces se pasaba con su sobrina, sin motivo aparente, solo por cuestión de estados de ánimo. Sus broncas se oían con frecuencia desde la calle y a él le avergonzaba mucho escucharlo.

Continuó corriendo, el día era bonito, soleado. Era primavera y en mitad del camino había florecillas silvestres. Pensamiento iba con mucho cuidado para no pisarlas y acabar con su vida. Pero de pronto se dió cuenta que quizá eso sería una forma de transgresión, de las pocas que estaban a su alcance. Dió muchas vueltas a esta posibilidad sin llegar a decidir realizarla. Pensaba que, si se enteraban, sus amigas Conciencia y Consideración se enfadarían con él, y con razón. Además sabía que su prima Educación estaba por allí cerca y además de echarle un buen rapapolvos, se lo contaría a su madre, tía Inteligencia, y eso ya sería una hecatombe, lo peor. Se imaginaba a su tía y a la señora Razón y yendo a verle a su casa para ponerle un castigo ejemplar, algo que ni él ni el vecindario entero pudiera olvidar. Lo desestimó.


Así que siguió su camino. Decidió pasar a ver a su amiga Determinación, que tenía un puesto en la calle más pobre del barrio, donde vendía trozos de si misma a precios populares. La encontró muy ocupada, tuvo que esperar un buen rato para cruzar con ella unas palabras. Le contó que estaba cansada, pero sobre todo muy enfadada, porque el señor Miedo la estaba haciendo trabajar mucho, cada día la enviaba más gente a su puesto, curiosamente gran parte de ellos provenían del taller de la Doña Desesperación. Aguantaría mientras tuviera fuerzas, resistiría todo lo que pudiera, estaba convencida que tendría más fuerzas que Miedo. 


Por su parte Pensamiento le contó su fuerte deseo de transgredir y las dificultades que pensaba que iba a tener para conseguirlo. Determinación le preguntó si estaba seguro de qué significaba “transgredir”, porque, a ver si después de tanto esfuerzo, al cabo de un tiempo se daba cuenta de que no sabía lo que era. Finalmente le dió muchos ánimos para que no cejara en su intento.  


Un buen consejo, pensó Pensamiento, y se fue directo hacia la biblioteca del barrio, donde estaba seguro de que iba a encontrar al señor Conocimiento. 
Le encontró sentado en su silla recogiendo las cosas de la mesa. ¡Hola Pensamiento! ¿Qué haces por aquí? Me has pillado yendo a almorzar a la churrería de mi sobrina Alegría, voy a tomar un café con porras, si quieres te invito. Muchas gracias señor Conocimiento, estoy haciendo running y no me sentarían bien, pero le acompaño porque tengo que hablar con usted de un asunto muy importante para mi.

Por el camino a la churrería le preguntó por el verdadero significado del verbo transgredir.

  • Muy fácil me lo pones, mira, transgredir significa exactamente quebrantar un precepto o una ley. Y además, que sepas, que también se puede decir “trasgredir”.
  • ¡Uy! -dijo Pensamiento-, entonces es algo muy malo
  • No tiene porqué -dijo el señor Conocimiento-.
  • No entiendo, ¿me lo puede explicar?
  • Pues en realidad sí, pero preferiría que te lo explicara la doctora Sabiduría, que lo va a hacer mucho mejor que yo. No quiero influirte negativamente con una mala explicación.
  • Bueno, vale, -dijo un poco enfurruñado Pensamiento-, lo malo es lo difícil que es encontrar a la doctora Sabiduría, pero en fin, es importante y lo intentaré.
  • Ya se oía un fuerte murmullo y una alegre música, estaban llegando. El local estaba lleno ya que muchos, después de pasar por el puesto callejero de Determinación, se iban a la churrería de Alegría. Todo el mundo estaba feliz con sus porras y sus churros, unos mojando en chocolate o café y otros a palo seco o con un poco de azúcar blanca. Allí se quedó el señor Conocimiento dialogando con la señora Ciencia mientras Pensamiento seguía su camino.

El día seguía soleado y los árboles giraban sus hojas hacia el sol para enseñar el más bonito y brillante de los verdes. A pesar de su creciente preocupación seguía contento, se aproximaba hacia la zona industrial del barrio.


Pasó por delante del taller donde trabajaba su amiga Solidaridad, pobrecilla, cómo la quería, siempre preocupandose y ayudando a todo el mundo. No podía entender que hubiera tanta gente que la tratara tan mal. La gente, en general, tenía muy poca memoria y enseguida se olvidaba de todos sus favores. Pero lo peor era la amplia tribu de seguidores de esa nueva religión promovida por el profesor Egoísmo, el “Individualismo Exclusivista”. En fin, tenía que haber gente para todo. Pero le apenaba ver como su amiga Solidaridad no era reconocida y querida por todo el mundo, solo los deudores de la señora Necesidad Apremiante la querían y la valoraban.


Cuántas veces habían jugado juntos, de niños, Amistad, Lealtad, Solidaridad y él. Qué buenos recuerdos. Qué felices habían sido. Ahora ya de mayores la vida se había vuelto dura para todos ellos. Pero seguían compartiendo un enorme cariño. Juntos todo era más fácil. Casi todas las semanas quedaban en el puesto de la señora Determinación para charlar y cargar un poco las pilas. 


Un poco más adelante pasó por delante el basurero de la señora Envidia. Cada vez tenía más clientes, eso decían. Era difícil de demostrar porque todos sus clientes trataban de ocultar como dejaban sus actos y se llevaban argucias nuevas.


Más tarde, por fin, llegó a su primer destino, la tienda de los hermanos Fantasía y Auxilio. Eran muy distintos y en su tienda había artículos de lo más dispar. Dragones, viajes interplanetarios, animales parlantes junto a respuestas, aparatos para acompañar y hablar con la gente, donaciones, intervenciones quirúrgicas, en fin una amalgama de artículos raros.


Pensamiento iba en búsqueda de una respuesta. Era muy importante para él asegurarse de que realmente transgredir no siempre era malo. Pensaba que Don Auxilio podría indicarle dónde encontrar a la doctora Sabiduría y salir de dudas.
Buenos días señor Auxilio.



  • Buenos días Pensamiento.
  • Necesitaría una respuesta, no se si la tendrá.
  • Bueno, pues dime la pregunta, a ver si puede ser.
  • ¿Donde puedo encontrar a la doctora Sabiduría?
  • Ahh, déjame buscar, a ver si la encuentro -y se metió en la trastienda-
  • Sonaron muchos ruidos, movimientos de muebles, giro de ruedas, golpes… Al cabo de un rato salió todo contento.
  • Ya está, la encontré, durante las dos próximas horas va a estar en los grandes almacenes firmando ejemplares de su reciente libro.
  • Oh. Muchas gracias señor Auxilio, no sabe cuánto le agradezco. Dígame por favor cuanto le debo.
  • Ay pensamiento. Nada. Es un placer ayudar a alguien como tu. Siempre me tiene dicho mi esposa Generosidad que a la buena gente nunca le cobre nada, que les diga que aquí estamos y que nos gustaría que vinieran a vernos de vez en cuando. Hay veces que nos sentimos muy solos.
  • Así lo haremos señor Auxilio. Pronto vendré con mis amigas Solidaridad, Amistad y Lealtad. 

Pensamiento continuó corriendo, ahora ya mucho más contento porque sabía cómo encontrar a la doctora Sabiduría.















sábado, 17 de marzo de 2018

Palabraras. Liminar.


Lo acabo de leer en el preábulo de un libro editado en Buenos Aires (Argentina)

Gracias a dios que tenemos guardianes de nuestra lengua, ¡qué riqueza!


liminar
Del lat. limināris.
1. adj. Perteneciente o relativo al umbral o a la entrada.

2. adj. preliminar (‖ que sirve de preámbulo).




Espacio y crimen




Estaba enfadada, mucho. Mientras subía la rampa de acceso recordaba la recepción de la carta conteniendo la invitación de mi marido para el vis-a-vis, mi petición de información a Instituciones Penitenciarias, mi convencimiento de que no podía hacer nada, ¡que podía hacer yo para mejorar su estado de depresión!, alguien a quien no veía desde hacía ocho años, a quien ya ni siquiera odiaba, ni despreciaba, que me daba igual. Y justo por eso decidí ir, perder un sábado por la mañana de mi vida, de mi ocio.

Tuve que dejar todas mis pertenencias en la sala de inspección, donde fui cacheada por una funcionaria bajita, educada, pero con aspecto de muy malas pulgas que me preguntó si traía algo para entregar al recluso. !Por supuesto que no! También me preguntó si deseaba comprar algo en el economato, comida o bebida para consumir durante la entrevista. Un simple gesto le sirvió de respuesta. Bueno, vamos, me dijo, disponen de 90 minutos para estar juntos.

Me condujo a través de dos largos pasillos y un pequeño patio hasta un edificio en el que había celdas con barrotes y unas escaleras que ascendían a otro nivel en el que podía distinguir más puertas con barrotes. Todo era gris, impersonal, y había un olor a potaje flatulento que parecía incrustado en el ambiente.

Me fue comunicado su ingreso en prisión hace ya unos seis años. Había estado largo tiempo bandeandose entre abogados, leyes, amigos y enemigos, alargando tiempos, pagando testimonios, y no solo con dinero, caminando sobre un cable que se tensaba y destensaba según se iban produciendo sus declaraciones, judiciales y públicas. Hasta que no pudo más y lo inevitable llegó. No sé qué sentí, ¿alegría? ¿desprecio? ¿satisfacción?

A un lado del distribuidor de la escalera había un pasillo, lo recorrimos hasta el final, frente a una puerta con barrotes que descorrió, cla-cla-cla. Me dijo que pasará y esperara, que mi marido llegaría enseguida. Cerró la puerta con llave y se marchó.

Una de las peores sensaciones de mi vida, verme sola y encerrada allí hizo que ni siquiera fuera capaz de centrarme en lo sórdido de la escena que vivía. Comencé a intentar relajarme mediante respiraciones lentas, largas y cíclicas. En la pared del fondo una litera de dos camas estrechas. A la izquierda un ventanal grande pero muy alto y a la derecha una mesa con dos sillas, pegada a la pared, y una puerta que daba al aseo en el que había un lavabo y un wc, entré con decisión y me lavé las manos con una pequeña pastilla de jabón que tuve que desprecintar, las sequé con toallas de papel, me pareció un buen detalle. A continuación puse la radio en el aparato mp3 que había sobre la mesa y subí el volumen al máximo, en realidad enseguida me arrepentí porque el estruendo que se produjo me creó una sensación de miedo y violencia que provocó que bajara el volumen inmediatamente, hasta que la música se hizo casi inaudible. Era como una película de miedo antigua, todo gris, oscuro. Deprimente. Lamentable.

Noventa minutos, qué iba a hacer durante tanto tiempo. ¿Y si se ponía violento? ¿Y si se sobrepasaba conmigo? ¿Me querría contar algo? De qué podía hablar con un extraño que no veía desde hacía ocho años…

La puerta se abrió con un fuerte cla-cla-cla.

Hola Ana, cómo estás...