lunes, 19 de enero de 2015

Volver a ver


 
       
El sol paseaba por el aire de la calle brillando con el blanco amarillento de sus rayos.

Hacía frío y olía a frío, de nieve, en esa mañana de enero, de nieve.

Ya no veía, porque no miraba, era por eso, porque no miraba. Las cosas seguían sucediendo a su alrededor, o eso suponía, ya que el mundo, el tiempo, no se había parado.

Solo se había parado su mirada y no podía asegurar que fuera malo, es más, podía asegurar que objetivamente era bueno, para él, pero le gustaría volver a ver, iba a hacer un ejercicio.

Una ventana rodeada de ladrillos. Seis ventanas iguales en su forma y construcción pero diferentes en su visión, muy diferentes.

Eran grandes ventanales, de los que cubren  más del cincuenta por ciento de la pared y que van del suelo hasta pocos centímetros del techo.

El ventanal estaba cortado en seis trozos. Un travesaño central verde oscuro lo cortaba, de forma que la superficie de la parte superior era de igual tamaño que la de la parte inferior. Tanto la parte superior como la inferior estaban divididas en tres cuerpos de cristal. Solo se podían abrir la parte superior derecha y la izquierda. Y todo el ventanal podía ser protegido con una persiana integral del mismo color, verde oscuro.

No le salía. Notaba que era así. Lo sabía. ¿Qué pasaba?

Tenía que intentarlo.

Volver a ver, pero sólo eso.