lunes, 30 de diciembre de 2013

2014





2013 vete a tomar por culo (con perdón) y, eso sí, sin acritud.

2014 te esperamos con ilusión.

A todos mis amigos os deseo un feliz, sano y alegre NUEVO AÑO.


¡Os quiero!!!





viernes, 20 de diciembre de 2013

Mi cuento de Navidad 2013.




Este es mi humilde cuento de Navidad que quiero regalar a mi familia (en la que incluyo a Nines y la suya y también a Bego y la suya), a mis amigos, a todos mis amigos que son muchos, de lo que me siento muy orgulloso. A los que veo con mucha frecuencia, a los que hace algún tiempo que no veo y a los que hace mucho pero guardo en un trozo importante de mi corazón. ¿Qué sería del mundo sin la amistad?. Y a todas las personas buenas, que son muchas, la mayoría.

A los otros NO, los que son malos y se comportan deshonesta y ruinmente NO. Con esos no quiero nada. Bueno, si, que desaparezcan.   

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Cuento de Navidad.

Hacía un frío intenso, tanto que al entrar en la tienda para comprar el pan se dio cuenta que no podía hablar, su cara, sus mandíbulas no reaccionaban. Se quedó parado durante una decena de segundos, sin poder reaccionar, callado y parado, mirando hacia lo que había a su alrededor pero sin darse cuenta realmente de lo que sucedía.  

Transcurrido ese tiempo pasó al interior, donde estaban las estanterías del supermercado. El pan estaba junto a la bollería, al fondo del todo, a la izquierda de la pescadería.

De repente escuchó un ruido sordo, como si algo se hubiera caído al suelo. Se volvió y vio a una señora mayor, bajita y delgada que se agachaba a recoger medía docena de huevos desparramados por el suelo. La caja de plástico en la que estaban se había roto y varías yemas de color amarillento anaranjado manchaban el linoleum. Una niña de unos cuatro años estaba en cuclillas a su lado jugando con la viscosidad de lo derramado.

- No las toques Clara, te vas a poner perdida.

Se acercó a ellas y se agachó para ayudarlas y claro, se pringó también.

Pronto llegó una empleada con utensilios de limpieza y un gran rollo de papel blanco para las manos de la señora.

- Vaya diablo, tan pendiente estaba de ella que he tropezado y se me han caído los huevos.

- No se preocupe señora, pero tome, límpiese y séquese bien -la dijo acercándola un nuevo trozo de papel-.

Al darla la toalla improvisada notó que tenía las manos heladas, tan frías como templada era esa mirada que salía de unos ojillos pequeños de un bonito color miel. Vio como agarraba fuertemente a la niña de la mano, ajustándola contra su abrigo. Iba regañándola con suavidad pero con firmeza.

- ¡No te vuelvas a soltar de mi mano!

Vio como se acercaban de nuevo al estante de los huevos para coger otra media docena. Se aproximó y le dijo a la señora que esta vez no se le iban a caer, que él mismo se los llevaría hasta la caja.

Como eran días de Navidad había grandes colas para pagar y mientras aguardaban la señora le comentó que la niña era su nieta, hija de una de sus hijas que estaba trabajando en una suplencia de dos días que le había salido en la limpieza de un hospital. Que Clara era muy traviesa y sobre todo demasiado consentida y eso no podía ser. Que iban a comer un par de huevos con patatas fritas y como en el paquete había seis... pues podía juntarse con ellas, le invitaban encantadas y así, además, podía ayudarlas a cambiar una bombilla de una lámpara.

Era veintiuno de diciembre, hacía un día soleado y bonito aunque con un fuerte viento que hacía que la sensación en la calle fuera, como ya he comentado, de un frío intenso.

Aceptó la invitación con la condición de que él llevaría el postre. Se fue un momento de la cola y cogió una madura piña tropical.

Al cabo de un buen rato llegaron al fin a la caja y pagaron.

Vivían en un primer piso de una casa cercana. Nada más entrar entendió el porqué de las manos tan frías de la señora, el ambiente era gélido. A la izquierda estaba la cocina y a la derecha se veía un pasillo con cuatro o cinco puertas, una cerrada, la abrió y entró cerrándola de nuevo a sus espaldas a la vez que le indicaba que por favor fuera con la niña a la cocina.

La cocina era espaciosa y luminosa, todo muy limpio. Había una pequeña mesa y dos sillas plegables. En una de ellas se sentó Clara con los pies colgando y balanceándose. Muy poco después llegó su abuela.

- He encendido el calefactor en el comedor, no me da para poner la calefacción en toda la casa, es muy caro. Le he dicho a mi hija que lo mejor sería que vinieran todos a vivir aquí y de esa forma podríamos quizás ponerla todas las tardes, pero no quieren, dicen que su casa está mejor comunicada para esos trabajos eventuales que les salen. No se crea, yo tengo una buena pensión, saco novecientos euros todos los meses y con ello les ayudo lo suficiente para que vayan pagando el piso. La lástima es la niña, que no puede ir a la escuela infantil y se queda conmigo hasta que viene alguno de sus padres a recogerla. Pero bueno, en la cocina y en el comedor se está bien, no hace demasiado frío.

- Bueno, a todo esto, me llamo Rafaela, mucho gusto, y mi nieta, como ya sabrá, Clara.

- Alfonso -dijo-, el placer es absolutamente mío.

Rafaela hizo unos huevos fritos con puntillas y patatas de sartén para chuparse los dedos.

Alfonso peló y troceó la piña llena de dulzor y aroma.


Todos disfrutaron juntos y fue el día más feliz de esas Navidades para él. Estaba sólo. No tenía a nadie. Fue el regalo de Navidad de dos ángeles. Uno de setenta y ocho años que no tenía para poner la calefacción en su casa en estos días duros de ruina y desesperanza y otro de cuatro, cuya inocencia e ignorancia aportaba toda esa esperanza necesaria para que los seres humanos adultos nos aferremos a la vida aun en las circunstancias más difíciles.
   
   
   

jueves, 12 de diciembre de 2013

Fotografía móvil.



Hoy cuento algo que a alguno os puede parecer tan evidente que penséis que soy un exagerado (... que tonterías dice este!!). Pero no, en primer lugar pienso que no es evidente para quien no lo ha sufrido y en segundo lugar hay personas que no se preocupan por estas cosas hasta que les suceden.
Nokia C7

Tengo dos teléfonos móviles no demasiado buenos y tengo varios amigos/as que tienen un iPhone.

Si os compráis un iPhone 4 o 5, no hay problema, las fotos son maravillosas las veáis donde las veáis, ya sea en el mismo teléfono, en una tablet, en un PC y quizás hasta si las veis en un televisor.

Uno de mis móviles hace fotos que en la pantalla del propio dispositivo no se ven muy bien, pero que sin embargo cuando las paso al PC y las veo en la pantalla (después de retocar un poquito el contraste) se ven con una calidad bastante aceptable. Es un antiguo NOKIA C7.

Pero luego tengo otro. Con éste el fin de semana pasado saqué un montón de fotografías cuyo resultado ha sido decepcionante. ¿Cual ha sido el problema? Pues que cuando las veía en la pantalla del móvil se veían muy bien de nitidez/definición, color, contraste, etc... Se veían tan bien que me puse como loco a sacar fotografías. Pero, cuando volví a Madrid... y las pasé al PC... absolutamente decepcionante en cuanto a todo: color (una gran saturación), contraste (excesivo y muy difícil de mejorar con programas de retoque) y una gran cantidad de "grano" que hacen que la nitidez/definición sea muy deficiente. Se trata de un Blackberry Curve 9380.
Blackberry Curve 9380

Y es que, claro, en una pantalla pequeña de 4 pulgadas es muy difícil ver los defectos de las fotografías, menos aun si la pantalla es bastante buena.

Lo dicho, elegid bien y no os fiéis sólo de que las fotos se vean bien en la pantalla del móvil.

  

NOTA importante:


Tened muy en cuenta que para que una cámara fotográfica sea buena no solo os tenéis que fijar en la definición en megapíxeles de las fotos que saca. Una cámara que saca fotos de 4 megapíxeles puede sacar fotos muy buenas y una de 12 megapíxeles puede hacerlas muy decepcionantes.

jueves, 5 de diciembre de 2013

Mis amigos.



Ernesto, Ramón, Luis Carlos, Placi, por este orden me dejasteis.

Aunque mi vida ha cambiado, y mucho, estoy seguro que todavía estaríamos juntos, mantendríamos nuestra amistad, como la mantengo con vuestras familias.

Como os dije el año pasado, espero que aun sigáis siendo amigos, allí donde estéis. Que notamos que estáis haciendo todo lo que podeis por nosotros en estos tiempos difíciles. Seguid haciendolo por favor.

Os sigo echando de menos, de verdad.

Aun me queda un tizón encendido. Por vosotros.