lunes, 22 de febrero de 2021

Campo de muerte.

 




Notó que muy pronto amanecería. Avanzaba por la llanura atravesando una niebla espesa, oliendo la humedad atravesando sus fosas nasales, sintiéndola en la piel. Iba casi a ciegas, con los ojos muy abiertos siguiendo a una sombra que caminaba delante de él, fijando su vista en ella, intentándolo. Tenía que concentrarse en el ruido, en los sonidos, las pisadas de los otros, en las suyas, en los silbidos, una rama al romperse, el silencio. Y sentía frío, en los pies mojados, en los brazos, en la barriga y el pecho, pero sobre todo indefensión y mucho miedo. Llevaba el hacha sujeta con ambas manos, apretándola con fuerza, de pura tensión le dolían los antebrazos, mientras mantenía el filo herrumbroso hacia abajo. Eso sí lo sabía, no podía prescindir de ella.

 También intuía que al otro lado les estaban esperando. Lo sabía.

 Silbaban las flechas y también se las oía alcanzar sus destinos, un sonido plano y corto, y chillidos, y llantos, y llantos que eran chillidos. Pero seguía avanzando en trance sin saber qué fuerzas le ayudaban. Escuchaba, deseando que fuera muy lejos, mil bocas aullando, augurando crueldad y muerte. ¿Serían hombres o bestias?, serían fuertes, mucho más que él. Deseaba dar la vuelta y salir corriendo, y no parar, pero ya estaba advertido de que eso era la muerte segura y mucho peor que la que posiblemente tenían enfrente. Eran masa, carne de choque corriendo hacia las bestias. Detrás estaban los fuertes, los experimentados, los bien armados y alimentados, los más crueles.

 De repente un grito desde atrás, una orden. Perdió la sombra oscura que llevaba delante mientras otras pasaban fugaces por sus costados. Se le aceleró la respiración. Él también decidió correr. Olía a miedo. Alguien gritó, miró de reojo y vio un cuerpo retorciéndose entre gritos, llevaba una flecha clavada en el abdomen, o quizás más abajo. Volvió rápidamente la cabeza. Cerró los ojos. Corrió desesperadamente. Cayó. No noto dolor. No podía moverse. Lo intentaba pero no podía. Pasaban por encima de él. Tropezaban con su cuerpo. Una mano tiró de su brazo con fuerza y una voz terrible, amenazante y dura le gritó.

 - ¡Levanta o te machaco la cabeza aquí mismo!

 Su cuerpo reaccionó y se tensó, comenzaba a levantarse, lo intentaba, y allí, en el suelo, a su lado, vio una cabeza atravesada por una flecha. Quitó con esfuerzo la mano muerta que aún apretaba su brazo. Se puso de pié de un salto. Buscó el hacha hasta encontrarla y cogió de la cintura del muerto un largo y oxidado cuchillo. Corrió de nuevo hacia donde oía los ruidos de muerte, los choques de metal contra metal, los gritos y los llantos. De repente desapareció la niebla. Y lo pudo ver. Hombres acuchillando y golpeando a otros hombres. Sangre. Barro. Paró unos instantes observando la crueldad y la muerte hasta que de pronto tensó sus músculos, miró su mano derecha y levantó el hacha. Su mirada se fue al infinito. Empuñó con fuerza el cuchillo con la otra mano y comenzó a correr hacia la barbarie.

 


Marzo 2020

Durante el comienzo de la pandemia del Covid-19 y algunos días antes.

© Copyright de los textos, Alvaro Emilio Sánchez Tapia, 2021