lunes, 2 de febrero de 2015

Juego de Trileros ¿realmente somos libres?


 
 
Creo en la posibilidad de que exista la transmisión de los estados de ánimo. La tristeza, al igual que la alegría, la irritación, el ánimo y el desánimo, la positividad y la negatividad, posiblemente puedan transmitirse involuntariamente.

¿O quizá sea que esos estados de ánimo nos los transmite, nos los crea, la situación que nos rodea? Que somos emocionalmente permeables a lo que sucede a nuestro alrededor.

Quizás sea más bien esto último.

Ahora, por ejemplo, existe mucha tristeza y negatividad en nuestra sociedad. La inmensa mayoría de las noticias que nos llegan son negativas. Estamos jodidos. La mayoría. Porque no tenemos motivos para estar de otra forma. Y tampoco vemos señales de que en un futuro cercano las cosas vayan a mejorar.

El Estado, en sus distintas formas, nos oprime. Nuestros gobiernos, el nacional, el autonómico, el local, nos oprimen y nos exprimen. Sus armas son las fuerzas policiales, la administración de justicia y su aparato burocrático. ¿Quién puede luchar contra ellos? Tienen toda la fuerza del poder, te aplastan.

Abundan las situaciones de injusticia a múltiples niveles. Vivienda, trabajo (precario y abusivo), falta de trabajo, alimentación, falta de calor para nuestras viviendas en el crudo invierno, sanidad, multas (nos multan casi por cualquier cosa con afán claramente recaudatorio), corrupción, incumplimiento impune y repetido de la legalidad por parte de algunos, apropiación de nuestros ahorros, desatención de los más necesitados, falta de valores éticos recompensada, siempre, ... todo para que ese 1% oprima al 99% restante.

Ese 1% protegido por los representantes a los que votamos el 99% restante. Esa administración de justicia que no castiga debidamente al que roba un millón pero que hunde a los que se retrasan en pagar trescientos. Ese juego de la Bolsa en el que los dos propietarios de un veinticinco por ciento putean sistemáticamente a los quinientos mil propietarios del otro setenta y cinco, puteo perverso, porque los necesitan. Pero todo está montado así.

Es igual que un juego de trileros. Uno de ellos en el centro con los tres cubiletes y la única bola. Compinches a su alrededor jaleándoles, jaleando su fraudulento juego. Y otros compinches mezclados entre la gran muchedumbre que les rodea con la intención de robarles la cartera al menor descuido. La banda no se conforma con lo producido por su juego, quiere más, quiere las demás pertenencias del público. Lo quiere todo.

Y nosotros nos dejamos, sin rechistar. El que le va bien no protesta porque aún le va bien y espera que le siga yendo. A muchos de los que les va rematadamente mal, que incluso están hundidos, no protestan, simplemente porque ya no saben hacerlo, no saben ni quejarse.

Y todos tristes, desanimados, muchos desempleados y otros, además, enfermos y en la calle.

Así vamos.

Y yo me pregunto, ¿Cuándo vamos a llegar al punto en el que una mayoría decida que no le merece la pena vivir así? ¿Podemos? ¿Y qué va a pasar entones?

Unámonos, pero unámonos todos.

Creemos que los tiempos de la esclavitud pasaron, pero tengamos cuidado porque esclavizarnos ahora es mucho más fácil que hace veinte siglos. Mucho más. 

Luchemos por un mundo mejor para nosotros y los que vengan después y hagámoslo ahora porque están acabando con nuestra alegría y nuestra vida.


Y así, de esa manera, un vergel comienza a convertirse en un desierto.