martes, 5 de noviembre de 2019

El oso Fernandoso. Capítulo 2.





Kruon durmió aquella noche allí mismo, en la orilla, muy cerca del agua, escuchando los aullidos de los lobos y los rugidos de los leones. Estaba solo, no resistiría el ataque de cualquiera de las dos manadas por lo que tendría que mantenerse alejado de ellos.

Caminó sin rumbo varios días hasta que llegó a un lugar en el que pensó que se podría quedar a vivir, pues se sentía a salvo. Era la cumbre de una de las montañas que rodeaban el hermoso y verde valle, el pico Tormentoso. Era un lugar rocoso, seco e inhóspito donde solo crecían hierbas, pequeños arbustos y líquenes. Pero había conejos, ratoncillos y culebras con las que poder alimentarse en caso de necesidad, además siempre había agua, pues había neveros perennes.

A las pocas semanas su espíritu sanguinario le mordía interiormente, una comezón interior que le iba devorando sin pausa el corazón, estaba inquieto, rabioso. Tenía que salir a probar de nuevo el olor de la sangre.

Desgraciadamente para sus habitantes, llegó a hacerse famoso en el valle. Durante sus bajadas esquilmaba los rebaños de ovejas y cabras dejando decenas de ellas muertas tras su paso. La gente de los pueblos adquiría grandes perros pastores para cuidar los rebaños, pero Kruon acababa también con ellos, solo le ayudaban a saciar aún más su crueldad.

La gente en el valle estaba muy preocupada y asustada y realizaron batidas en busca del tigre, pero nunca conseguían dar con él, su guarida se encontraba en un sitio muy poco accesible e inesperado.

Así que con el tiempo se dieron cuenta que su única defensa consistía en construir enormes establos donde dejar los rebaños por la noche y estar permanentemente vigilando durante el día,  a su lado, armados con escopetas cargadas y preparadas para disparar.

De esta forma las batidas de Kruon por el valle comenzaron  complicarse mucho, no conseguía víctimas fácilmente y además alguna vez le pasó una bala demasiado cerca.

Kruon se fue haciendo cada vez más astuto pero también aún más amargado y cruel. Sus salidas eran cada vez más frecuentes y arriesgadas, sus víctimas cada vez eran menos y por lo tanto su nivel de ansiedad hacía que a veces le pareciera que iba a explotar. Tenía que hacer algo, ¿pero qué? A la meseta no podía bajar pues le esperaba la muerte o atacado por Taor y su manada o por los ataques de leones y lobos. Se dio cuenta que su única salida era cambiar de guarida, explorar la cadena montañosa que rodeaba al valle y de la cual el pico Tormentoso formaba parte. Decidió que eso sería lo que haría, sin perder tiempo, a la mañana siguiente.




© Copyright de los textos, Alvaro Emilio Sánchez Tapia, 2019