Hasta el borde del precipicio en el que nos
encontramos en este momento he echado siempre de menos la solidaridad, en este
blog tiene que haber quedado claro, eso espero. Realmente nuestra nota en
solidaridad es muy deficiente, un suspensazo bajo, bajo, bajo.
Pero ahora he comenzado a echar de menos otro
valor en el que aun sacando una nota muy baja quizás no estuviéramos tan rematadamente
mal. El respeto.
Tanto la una como lo otro, y alguna cosilla
más, nos va a hacer mucha falta para salir de esto, para no estar abarrotados
al borde de ese precipicio al que cada día caemos unos cuantos.
Tengo la sensación de que el poco respeto que
existe, en general, es para los que menos se lo merecen. Para los poderosos que
han demostrado una enorme falta de respeto hacia la clase trabajadora y las
pequeñas empresas. Respetamos en demasía a esos porque nos están manejando
desde sus medios de comunicación.
Es una pena porque a los iguales les
respetamos poco y a los inferiores con frecuencia les machacamos con nuestro
desprecio.
Respetamos a los banqueros, y financieros en
general, que nos arruinan recursivamente sin freno y sin fin. A los directivos
de las grandes y medianas empresas que por su mala gestión las arruinan
generando cada vez más paro. A los políticos y altos funcionarios corruptos o
ineptos (que para el caso da igual) que arruinan nuestras administraciones y
empresas públicas A las altas instituciones (como la Jefatura del Estado, el
Congreso de Diputados, el Senado, la Judicatura, etc..) que están actuando en
algunos casos de forma inconsiderada con nosotros. A los medios de comunicación
poco profesionales o incluso vendidos.
Deberíamos respetar más a nuestro cercano
vecino que está en paro, o trabajando doce horas diarias por un sueldo de
mierda y que necesita ayuda que a Belén Esteban, por ejemplo.
El respeto se trasmite, como la serenidad y
como los nervios, por contacto, por cercanía, tengámoslo presente. Debemos
ponerlo en práctica, seamos respetuosos los que aun seamos capaces de hacerlo.
Demos ejemplo, sobre todo a los más jóvenes. El respeto se les transmite por
contagio. Contagiémosles.
Pero solo respetemos a quien, o qué, lo
merezca. No lo regalemos, hagamos que se lo ganen. No tengamos respeto para
quien no se lo merece, combatámosles, empujémosles hacia fuera, echémosles, barrámosles.
Luchemos contra ellos sin piedad hasta que o acabemos con ellos o se vayan.
Recordad, respeto si, mucho, pero no ciego.
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