viernes, 18 de mayo de 2018

Otra lección



A una determinada edad y debido a esa enfermedad degenerativa (osteoporosis) que ataca a algunas mujeres haciendo que pierdan gran cantidad de masa ósea, mi madre comenzó a encogerse acompañándole en este proceso una pronunciada curvatura asimétrica en la espalda. Ese mismo aspecto físico recordaba de mi abuela Pura, su madre. La altura de su tronco se redujo al menos en veinte centímetros.

Esto sucedió durante uno de los últimos años del siglo pasado y fue un proceso extremadamente rápido, solo unos pocos meses. Mi madre tenía una edad más cercana a los ochenta que a los setenta.

Me preocupé mucho porque pensé que se iba a acomplejar e iba a mudar su carácter. Pero no sucedió. El tiempo pasó sin que le hiciera ningún comentario al respecto, cuestión de puro tacto, y ella ni se acomplejó ni hubo ningún cambio aparente en su vida. Tampoco hizo ningún comentario sobre ello, ni a mí ni a mi mujer ni a mi hijo.

Mi madre tenía muy buen tipo y gusto para vestir y arreglarse en general y también era muy presumida. Además en aquellos momentos disponía de presupuesto suficiente para ir siempre elegante y bien arreglada.

Su vida siguió igual, tanto la pública como la privada. Ahora se arreglaba adaptándose a su nueva figura, incluso con vestidos de fiesta o de ocasiones especiales. Mantuvo en público su elegancia y su seguridad en si misma con simpatía y buenos modales. Hasta su muerte. Y ahora que hace poco que ha pasado, que me acuerdo de ella todos los días, unos por unas cosas y otros por otras, a veces absurdas o con poco sentido del momento, ha venido a mi recuerdo que nunca hablamos de ello, jamás.

Otra lección de vida de mi madre, o simplemente otra lección.

No hay comentarios: