miércoles, 6 de octubre de 2021

Mi amigo Manolo

 


Alto, delgado, desgarbado, siempre se sentaba a mi lado en clase, en esas aulas escalonadas y viejas de la Escuela de Industriales. Fuera la asignatura que fuera sacaba su taquito de DIN A4 y con los dedos perfectos de su mano derecha dibujaba esos pensamientos fantásticos que se le escapaban directamente hacia la punta del portaminas: duendes, monstruos, hadas bellísimas, dragones de largas colas y alas extendidas. Su postura chepuda con la cabeza fija sobre la estrecha mesa y su gesto concentrado y serio hacía que ningún profesor dudara de lo que en realidad no estaba haciendo. La única diferencia es que nunca levantaba la cabeza. Luego en la cafetería me pedía los apuntes y me dejaba elegir entre todas las hojas que había llenado de dibujos. Yo conseguí una perfecta colección de monstruos y hadas y ambos conseguimos con mucho esfuerzo en los meses finales y algo de suerte aprobar al completo el cuarto año de carrera.


6 de Octubre de 2021

© Copyright de los textos, Alvaro Emilio Sánchez Tapia, 2022

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