Era pequeño, de tamaño, de valor, de
atracción, de color, de potencia, de percepción, de ánimo.
Siempre estaba en el mismo lugar y siempre
pasaba desapercibido, era capaz de mimetizarse con el color y con el estado de
todo.
Una vez voló una mosca a su alrededor y se
posó en su superficie suavemente, delicadamente. Se había dado cuenta de lo que
era, su composición, su estado, su volumen, su esencia, su peso… Se mantuvo
allí durante varios segundos. Solo sucedió una vez, alguien o algo por una vez había
percibido su presencia, y fue una mosca.
Nada hacía prever a nadie que ese estado de
cosas durara mucho tiempo, parecía que todo iba a ser pasajero, que duraría lo
que tarda un pensamiento en envejecer, pero no fue así. Durante años nadie
percibió su existencia.
Como es lógico era gris, tan gris como una
tarde nublada y fría de invierno.
Nunca fue amado, odiado, rechazado, abrazado,
ridiculizado, mimado ni siquiera insultado y sufría por ello pero sin dolor,
porque no era capaz de sentirlo.
Jamás llegué a saber si era un ser viviente o
un objeto inanimado.
Solo se que existía.
Solo puedo ser dios, el narrador de esta poco útil
historia o una mosca.
¿Quién soy?
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