lunes, 13 de noviembre de 2017

El cactus soñador

Dedicado a mi querida amiga Jara con todo mi amor en el día que ha cumplido 5 años (10/06/2021)


Érase una vez un cactus soñador que se pasaba el día caminando por el desierto en busca de su sueño: la amistad.

Se paraba cada vez que encontraba algo de viento para acurrucarse y enterrarse un poco en la arena. Sí, en esa arena gorda y rasposa que siempre se puede encontrar en todos los desiertos de cactus.

De repente un día, al oír soplar el viento, se acurrucó, como siempre, pero he aquí que no pudo enterrarse, ni siquiera un poco. La capa de arena era muy fina y debajo, el suelo, era rocoso, duro y denso. El viento soplaba fuerte y lo barrió, haciéndole rodar durante muchos minutos, quizá horas, dando vueltas y golpeándose contra todos los objetos que encontraba en su camino.

El viento paró y de repente se encontró en un paisaje distinto a todo lo que conocía.

Todo lo que había a su alrededor era predominantemente verde, como él, no amarillo ni marrón como la arena y los arbustos.

Sintió pánico, se quedó completamente bloqueado, no podía moverse, así que decidió no hacer nada por el momento, hasta tranquilizarse.

Así transcurrieron varias horas. Durante ese tiempo notó algo parecido a cuando llovía y se llenaba de agua para aguantar días y días caminando por su querido desierto. Pero no era eso, no había gotas cayendo del cielo, y sin embargo el aroma del ambiente y, sobre todo, la sensación, eran muy parecidos.

Se iba tranquilizando, el que las cosas fueran distintas no tenía que significar que fueran peores, ¿no?

De repente vio un animalito de muchísimos colores que volaba por allí. Era como un buitre pero muchísimo más pequeño, todo alas y de un colorido tan vivo y variado como nunca había visto nada antes. Iba volando de flor en flor sin quedarse mucho tiempo parado en ninguna.

Pensó que podía hablarle y ser su amigo, pensó que podían recorrer juntos ese nuevo mundo y compartir los días y las noches y disfrutar de las gotas de lluvia y la sensación que producían en el ambiente

Podrían ayudarse mutuamente.

Y comenzó así, lleno de ilusiones y esperanza, su periplo por este nuevo mundo donde le había llevado el viento.




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