jueves, 30 de noviembre de 2017

Cotidianidad




Por fin llegué a casa, después de un día de mierda. Hacía frío, me había llamado la atención mi jefe, por una gilipollez, y de nuevo me había pasado una hora y cuarto en el atasco de tráfico, y mira que me lo decía Rosa:

- Ve en Metro, que vas a tardar solo un poco más y vas a ir relajado, leyendo o escuchando música.

Pues nada, yo ni caso, porque en realidad, aunque tenía razón, me daba mucha pereza por las mañanas volver al metro después de dejar a los niños en el colegio.

Subí las escaleras, saqué las llaves y abrí la puerta. Mientras me quitaba el abrigo vi que había luz en la cocina, sería Rosa.

Efectivamente era ella, estaba planchando.

- Hola cariño, vengo hecho polvo.
- Hola, pues anda que yo… ¿Has recogido los zapatos?
- ¡Joder! Se me ha vuelto a olvidar.
- Pues pon más cuidado y mañana recógelos sin falta  que hace ya más de cuatro días que te están esperando.
- ¿Que tal los niños? ¿Cómo anda Raúl de su constipado?
- Bien, algo mejor, aunque sigue tosiendo. A Luna le ha felicitado el profesor por el trabajo sobre los rumiantes. Al ir a recogerles me la he encontrado absolutamente feliz contandoselo a medio colegio.
- Y Raúl, ¿cómo se lo ha tomado?
- Ya sabes, mirando para otro lado. Hay que tener paciencia y no dar demasiada importancia a esos comportamientos.  Ahora están estudiando, supongo, cada uno en su habitación.

Tenía mucha sed y cogí un vaso del escurridor, lo llené de agua del grifo y me lo bebí de un trago. En ese momento me di cuenta que hacía mucho tiempo que no sabía nada sobre el trabajo de Rosa. Se trataba de una pequeña imprenta que estaba pasando por serios problemas económicos.

- ¿Y en tu trabajo? ¿Cómo están las cosas? ¿Siguen tocandoos las narices para que desistais y no tengan que pagaros la indemnización?
- Bueno, ya sabes, como siempre. Aunque desde hace unos días parece que están más tranquilos, por lo menos conmigo, pero eso no quita para que la situación haya mejorado. El ambiente no es bueno y cada vez veo a menos clientes entrar por la puerta. En fin, todo se acaba y esto tiene pinta que de una u otra forma no va a durar mucho.
- ¡Joder! tanto tiempo, tanto empeño y tanta dedicación para nada. Bueno, me voy a ver a los chicos.

Cogí un pellizco de pan de la barra que había en la encimera, me lo eché a la boca y me dirigí hacia el pasillo.

En la oscuridad y en los pocos segundos que tardé en recorrerlo, pensé en mi vida, era pura rutina, de la buena claro, tenía una maravillosa familia, casa y trabajo, pero al fin y al cabo rutina. ¿Era eso lo que quería? ¿Era eso lo que había soñado 15 años antes?

¿Cómo se puede pensar tanto en tan poco tiempo? El cerebro no solo es capaz de pensar muy rápido, sino la tormenta de sentimientos que surgen de ellos.

- ¡Hola chicos! ¿Cómo habéis pasado el día? ¡Voy a entrar en vuestras habitaciones! Os aviso porque me gustaría ver que estáis estudiando.

Y espontáneamente sonreí y mi corazón se llenó de ternura.




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