- Oiga, lo que yo quiero es una copa de Oloroso.
- No se qué es eso, aquí el único vino dulce que tenemos es
el de consagrar.
- No, no es eso, yo querría una copa de Oloroso, es un vino
de Jerez.
El guiri, que habla español muy bien y con muy poco acento,
se desespera. Cree que se equivoca, que no lo está pronunciando bien, insiste
porque él lo que quiere es probar un tipo de vino dulce de Jerez que se llama
Oloroso. Lo ha leído en su guía de Madrid y le apetece probarlo, no quiere irse
sin hacerlo.
- Tiene razón -dice a la
camarera uno de los parroquianos que pasan por allí-, el Oloroso es un tipo de vino dulce de Jerez.
- Pues entonces no tenemos, el único vino dulce que hay es el de
consagrar, esta frasca.
- Mira, lo siento, no tienen Oloroso -dice el parroquiano al guiri-. Si
quieres vino dulce, te puede poner un poco de esa frasca. Pero
ten cuidao porque normalmente esos vinos son muy cabezones, se suben mucho a la
cabeza, porque suelen ser muy malos.
- No, no quiero de la frasca. En todos los demás sitios me han querido poner una copa de Fino,
pero no es lo mismo. Hasta ahora no he encontrado ningún sitio que tuvieran
Oloroso, yo pensé que sería más fácil encontrar ese tipo de vino en España...
El Fino es seco y yo no quiero eso.
- Pues mucho me temo que como no vayas a un bar muy bueno o
en algún restaurante también bueno, no lo vas a encontrar. Aquí tomamos los
vinos secos, como el Fino, en el aperitivo. Muy frío con unas aceitunas verdes
está buenísimo, antes de la comida. Pero los vinos dulces, como el Oloroso, se suelen
tomar con los postres. Muy posiblemente en un buen restaurante puedas beberte
una copa de Oloroso con una tarta de almendras, por ejemplo.
El parroquiano no tiene muy claro si el guiri le ha
entendido o no, le mira y le ve como inasequible al desaliento. Erre que erre
quiere tomar una copa de oloroso pase lo que pase.
Al cabo de un momento y cuando ve que allí ya no tiene nada que hacer, coge de la mano a su chica, que ha estado viendo y
escuchando todo lo ocurrido con la mayor cara de aburrimiento que se pueda uno
imaginar, y se va hacia la calle. Se pierden cuesta arriba mirando todos los
bares por los que pasan.
¿Podrá finalmente tomarse una copa de Oloroso antes de
volver a su país? ¿O tendrá que ir a El Corte Inglés a comprarse una
botella?
Qué cositas. Claro, la camarera rumana no tiene ni pastelera
idea de qué es un Jerez Oloroso. Así poco a poco vamos a perder trocitos de
identidad.
No es que sea algo vital, la rumana tiene que trabajar, pero
a la larga si será algo importante. Vamos perdiendo cosas nuestras a la vez que tomamos cosas de fuera. Lo segundo está bien, pero no me gusta lo primero. ¿Porqué tiene que ser así?
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