Viernes, noche de
primavera en Madrid.
Se encuentra en
una taberna famosa, antigua, más que antigua vieja, céntrica, algo cutre, zona
de Tirso de Molina. Un grupo de amigos, doce y faltan algunos, se han juntado
para tener un detalle, para agradecer, para hacer un pequeño homenaje a una
pequeña enorme mujer con acento sevillano, ojos vivos, una inteligencia solo
superada por su gran corazón y por el derroche de cariño que la desborda pues
no la entra en su cuerpo.
Una mesa vieja de
madera marrón muy oscura, casi negra. Bancos de madera corridos y banquetas que
se mueven, todas. Paredes amarillas ¿de no pintarlas ni limpiarlas? Una cabeza
de toro en la pared, cuadros de toreros, recortes de periódico enmarcados, una
pequeña y antigua barra de zinc y detrás, además de estantes con multitud de
viejas y picadas botellas de adorno, una chica marroquí muy cariñosa que
siempre les trata como amigos, no como clientes y que en esos momentos está
absolutamente desbordada por el trabajo.
Ella, la del deje
andaluz, entra en la taberna con ese andar saleroso de siempre. Se dirige hacia
la mesa y se da cuenta que hay más gente de la que se esperaba encontrar. Su
cerebro rápidamente procesa que sentadas en esa mesa hay tres o cuatro personas
que no espera, porque no es su día, un martes las esperaría, un viernes no.
Algo pasa. Enseguida, antes de que la den los regalos, lo percibe y rompe a
llorar con pucheros, intentando no hacerlo. Está a su lado y por eso la ve,
está muy cerca. Por fin consigue cesar de llorar, abrir los regalos y se
levanta dando un beso a cada uno.
Llegan el vino
blanco, las cañas de cerveza, alguna clara y también alguna pequeña tapa,
patatas bravas. Todos charlan sobre todo de lo sucedido el fin de semana
anterior en la Feria de Jerez en la que han estado todos juntos. Hace mucho
calor, pero eso tiene esa taberna. En la calle se está mejor, pero no es esa
taberna.
Mientras todo
esto sucede, mientras su amiga de acento sevillano disfruta de su fiesta, de su
homenaje, de los lógicos sentimientos de agradecimiento y orgullo que está
viviendo, detecta en ese lugar, en esa fiesta, varios tipos de cariño, los
siente y goza con ellos.
En primer lugar
el de la persona que ama, la que remueve su corazón y todo su cuerpo, la que
hace que algunas veces llegue hasta perder su sentido común, algo que tiene que
controlar.
También el de la
amiga que conoce desde hace mucho tiempo, esa sevillana, de cuya amistad se
siente muy orgulloso, persona buena e inteligente que vive la vida como hay que
vivirla, con respeto con la gente pero sin otro freno que eso, ese respeto. La
mujer guapa de los regalos.
El de esos amigos
y amigas más cercanos, esos con los que se siente siempre bien, que tienen el
don de ser su gente, personas cercanas y cariñosas y que al final siempre
encuentra, siempre están ahí. La buena amistad. Esa que dicen que se cuenta con
los dedos de las dos manos (o de una).
Luego el de esa
familia que algún día será suya, sólo es cuestión de tiempo y paciencia por
parte de todos.
El de la gente
que conoce hace menos tiempo, que son distintos, que no son como los
anteriores, pero con los que se puede pasar algo más que un buen día de fiesta,
todos tenemos algún defectillo ¿no? Para eso está la tolerancia de todos, el
fondo es bueno, son buena gente. Se siente también objeto receptor de esa
tolerancia, de su generosidad.
Del resto, que
aunque no han entrado todavía en su vida, llevan camino de hacerlo y por lo
tanto a los que hay que abrirse.
Más tarde hay un
bar de copas en Puerta Cerrada, charla, bailes, copas, risas y algún
cigarrillo. Se une algún componente más a la fiesta.
Finalmente un
sitio cutre, muy cutre, cutrísimo, de copas deleznables y buena música en la
calle Bailen. ¿Porqué?, porque está cerca y abierto a esa hora de la madrugada,
cuando ya han cerrado el bar de Puerta Cerrada.
Más baile, menos
copas porque son asquerosas, más risas y alguna cerveza.
Pasadas las cinco
de la mañana a casa.
A las seis menos
cuarto se despide de la persona que quiere y a las seis en casa. Se acuesta y
cae feliz en la cama.
Una noche de
fiesta en primavera en Madrid, su ciudad, a la que tanto ama.
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