martes, 10 de abril de 2012

La zona euro, la crisis inacabable y otra vez la Sra Merkel y Alemania.

   
   
Me lo ha enviado mi amigo Sele y me ha parecido muy interesante. 

¿Porqué no? de seguir las cosas así habrá que hacerlo, no habrá otra salida que salir del euro ¿no? No podemos permanecer así indefinidamente.

De todas formas, ojo con los comentarios finales sobre Angela Merkel y Alemania ...
    
  
http://www.elconfidencial.com/opinion/europa-europa/2012/04/10/salirse-de-la-zona-euro-por-que-no-9019/  
    

Salirse de la zona euro: ¿por qué no? 

Aurora Mínguez.-  10/04/2012 

Jurre Hermans, once años de edad, vive con sus padres y sus dos hermanas en un pueblo holandés de 500 habitantes que se llama Breedenbroek. Como otros chavales de su edad, ve la tele, pero, a diferencia de ellos, se interesa especialmente por los telediarios y por las noticias que hablan de la crisis económica y los problemas de Grecia. Hasta el punto que ha presentado su propia propuesta para el premio “Wolfson Economics Prize”, dotado con 250.000 libras y promovido por el diputado y empresario euroescéptico británico Lord Wolfson. Se trata de buscar la manera mejor de que un país, Grecia, sin ir más lejos, se pueda ir de la zona euro sin dejar tras de sí el caos más absoluto.
La propuesta de Jurre es, sobre el papel, muy lógica: todos los griegos llevan sus euros al banco y allí los cajeros automáticos les devuelven esa suma en dracmas. Con los euros obtenidos en esa operación, el gobierno de Atenas paga de una vez por todas sus deudas. Y para el que se pase de listo y se quiera escapar con sus euros fuera, el chaval tiene también el castigo preparado: tendrá que pagar el doble de lo que haya intentado ocultar o salvar.

Las ideas del muchacho holandés, así como las de otros cinco aspirantes al Premio Wolfson, ninguno de ellos economistas en el sentido académico del término, han sido analizadas por el diario alemán Frankfurter Allgemeine Zeitung con sus pros y sus contras. Si se llevara a cabo lo que dice Jurre Hermans, por ejemplo, habría que poner un policía detrás de cada griego para que éste llevara todos sus euros al banco y, caso de que todos los ciudadanos cumplieran, probablemente ese dinero no sería suficiente para pagar las deudas del país, las de los bancos y las empresas.

Las otras propuestas aspirantes al premio británico, de forma muy resumida, son las siguientes:

·         los países periféricos ya no pagan en euros, sino con tarjetas de crédito con otra moneda que ya no es el euro ‘fuerte’. Éste queda sólo para los países ‘serios’ de la Unión: Alemania, Austria, Holanda, Finlandia, Bélgica y Francia;

·         el euro es reemplazado por una cesta de monedas llamada newney (dinero nuevo). Todos los créditos, cuentas bancarias y transacciones existentes hasta ahora se convierten en esa newney, y las operaciones posteriores se hacen en la nueva divisa del país que se sale de la Eurozona;

·         permitir que un país de la zona euro entre en suspensión de pagos, habida cuenta de que  lo suyo no tiene remedio;

·         el euro se sustituye por un nuevo ECU (la moneda única europea antes de la llegada del euro) que está integrado por las divisas de algunos países miembros. Ese ECU consigue su cotización real en función de cómo lo valoran los mercados y los bancos se van adaptando poco a poco a esas fluctuaciones;

·         los países que se salen del euro adquieren una nueva moneda de manera inmediata y los euros -tanto en moneda como en billete- al ser canjeados llevan un registro de su país de procedencia.

La revista The Economist invita a los líderes europeos a empezar a pensar en lo impensable, es decir, en que Grecia u otros países de la Europa más atribulada se vean obligados a abandonar la Eurozona. Y, ciertamente, hay que tener preparadas respuestas a todas las eventualidades posibles. Aquí en Alemania ya circulan opiniones favorables a una salida controlada de la zona euro para los países más problemáticos, que debería hacerse por sorpresa y a lo largo de un fin de semana largo. “Sería difícil y caro, pero posible”, afirman algunos expertos.

Cuatro años de crisis y una Europa cada vez más angustiada

Pero tal vez habría también que empezar a buscar alternativas serias a esta política europea de estabilidad que está suponiendo la agonía lenta de los países más débiles de la Unión Europea. Angela Merkel, de vacaciones desde el pasado Viernes Santo en la isla italiana de Ischia, debería aprovechar esta semana de descanso para repensar un poco su proyecto europeo. Porque, se mire como se mire, no está funcionando al cien por cien. Tal vez sí para los alemanes, los grandes beneficiarios de esta crisis, que les ha convertido en un safe haven para los inversores, pero no para el resto de sus socios europeos: 25 millones de parados en Europa, una recesión moderada pero que se puede convertir en algo más que transitoria y que nadie puede negar, la amenaza evidente de un aumento de los precios del petróleo si Israel pasa a la acción contra la amenaza iraní y que puede acentuar aún más esa caída al fondo del abismo.

Lo más preocupante, sin embargo, no son sólo los datos económicos, sino la ceguera -casi indeferencia- que Alemania está mostrando de cara a las tragedias humanas que se están multiplicando con los ajustes y las llamadas ‘reformas imprescindibles’. ¿Es posible seguir construyendo y creyendo en una Europa que contempla impasible cómo sus ciudadanos se queman a lo bonzo o se pegan un tiro porque no pueden pagar sus deudas ni vivir con dignidad? ¿Dónde y quién pone el límite a los esfuerzos que se exigen a la gente corriente para adaptarse a un nuevo orden económico que bastantes empiezan a ver como inhumano y degradante?

Tal vez haya que tener planes preparados para quienes quieran irse de la zona euro. Pero igualmente sería preciso parar el reloj y recapitular sobre lo que han sido estos casi cuatro años de lucha contra la crisis. Sus causantes siguen sin ser regulados, ni controlados ni, por supuesto, llamados a capítulo. Los bancos han sido inundados con dinero público y, como premio, siguen chantajeando a los gobiernos, como subraya Simon Johnson, execonomista jefe del Fondo Monetario Internacional. Los ciudadanos reciben sólo y fundamentalmente mensajes desconsoladores de que su nivel de vida, sus ahorros y los servicios públicos básicos están en peligro y que ellos son casi los principales y únicos responsables del lío actual por haberse endeudado más de la cuenta.

En Europa parece que ya no quedan intelectuales ni figuras que pongan en cuestión este pensamiento único desolador que promete un paraíso indefinido al final de un purgatorio rayano con el infierno. No puede ser que Angela Merkel sea infalible como el Papa. Lo escribí el pasado noviembre y lo repito ahora: “¿Y si Merkel estuviera equivocada?”

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