jueves, 3 de enero de 2013

Cuento del regalo de los Reyes Magos




Era un martes soleado y frío del mes de enero, caminaba pisando la tierra húmeda de uno de los paseos del Parque del Retiro, ese que une la Puerta de Alcalá con el estanque. Ambas manos en los bolsillos del pantalón, un chaquetón corto relleno de plumón y unos zapatos con una gruesa suela de goma. Hacía un frío intenso que se le colaba por el cuello abierto de la camisa a pesar de la bufanda que lo rodeaba.

Una paloma se posó delante de él aleteando y mirándole fijamente hasta que le dijo:

- ¿Qué vas a hacer? ¿Qué estás haciendo?

- Ya lo ves, ya lo estás viendo, simplemente paseo, intento centrar algún pensamiento, cada vez me cuesta más.

- ¿Porqué? ¿Qué te pasa?

- Yo creo que es el cúmulo de malas noticias, creo que la negatividad se transmite, es como un halo invisible que nos rodea e incide en nuestro estado de ánimo.

- ¡Cómo sois los humanos!, quizás os falte el don de poder volar, de que vuestro cuerpo se sienta libre en mitad del aire, de poder mirar las cosas que suceden desde un lugar en el que podéis contemplar un paisaje amplio que relativice lo feo, lo oscuro a la vez que hace lo mismo con lo claro, lo alegre. Vuestro mundo en las ciudades es muy pequeño.

- ¿Realmente tu crees que eso solucionaría algo?

- No se, pero podríamos probar.

- En realidad creo que no es sólo la negatividad que nos rodea, aunque también, sino que estoy bastante harto de la sociedad en la que vivo, ese mundo en el que muchos tienen que pagar muy duro y durante mucho tiempo por algo que han hecho otros pocos, muy pocos y muy mal. Esos que han actuado de una forma o demasiado inconsciente o muy canalla.

- Ya, pero para eso tú no tienes la solución. Ni siquiera puedes mitigarlo.

- Tienes razón, pero me rebelo. Cada cual tiene su carácter.

- ¿Porque no te vienes a dar una vuelta conmigo? Un día como hoy lo que puedes ver desde el cielo de Madrid es algo grandioso.

- De acuerdo, vamos, ¿como lo hago? ¿como lo hacemos?

La paloma aleteó de nuevo y salió volando, al cabo de pocos segundos volvió con otra muy parecida a ella, grisácea con las alas rojizas. Se posaron ambas delante de él y le dieron instrucciones de ponerse unos guantes de lana que llevaba en los bolsillos y posar cada uno de sus pies en ellas. Al comenzar a volar sintió como perdía el equilibrio hasta que otro par de palomas se posaron debajo de cada una de sus manos. Así los cinco se elevaron sobre el parque y volaron sobre los tejados de la ciudad.

El frío era tremendo pero las vistas hermosas. Disfrutó y su ánimo se serenó.

Después de unos minutos las palomas le dejaron en el mismo sitio en el que le habían encontrado.

Se encontraba mejor, más tranquilo. Pero después de unos pasos, cuando llegó hasta el estanque, se dio cuenta de que la situación permanecía, no había cambiado nada. Solo había recibido el regalo de los Reyes Magos con un poco de antelación. Estaba igual de confundido que antes. Cualquiera puede tener un día malo. Se iba a levantar, sabía que iba a hacerlo. Menos lo de las palomas ya todo le había sucedido antes.

Los Reyes Magos le habían regalado un precioso viaje y determinación para luchar, con lo poco de que disponía, contra la negatividad y la falta de justicia. 
  

1 comentario:

*** dijo...

Precioso... pero muy triste. Aún estoy pensando en lo que sentía ese hombre imaginario en su paseo.

¿Quien no ha sentido eso alguna vez?

¿Quien no ha soñado para luego despertar y ver que todo sigue igual?

¿Quien no se aferra a la última esperanza?

Besos y buen comienzo de Año.