viernes, 14 de enero de 2011

Mi madre.


¿Hay una imagen más tierna?
Soy su hijo, pero al margen de que yo la quiera, es y ha sido una gran mujer. Me explico. Fuerte, decidida, cariñosa, responsable, inteligente, hábil (en todos los sentidos), con carácter, comunicativa, perseverante, solidaria, valiente, social, optimista, apoyo, ... y muy buena gente.

Muy pocas veces, casi nunca, la he encontrado amargada, seria sí, pero pocas veces y durante un corto periodo de tiempo. Triste también, pocas veces, la mayoría en estos últimos años en los que se le ha venido la vida encima golpeándola con constancia y sin descanso.

He aprendido de ella que los sucesos, sobre todo los negativos, aunque también los positivos, hay que tomarlos con tranquilidad, serenamente, despacio, absorberlos poco a poco sin desesperación y sin soberbia. Que hay que sacar siempre lo positivo de lo negativo, porque quizás con el paso del tiempo nos demos cuenta de que no era tan negativo como pensábamos.

Que si tienes serenidad de ánimo y dejas que esos problemas, contra los que no puedes luchar, que son inevitables, vayan penetrando en ti poco a poco, despacio, sin desesperarte, pueden ocurrir dos cosas: que la situación horrible que preveías no es tan horrible y/o que vayas encontrando soluciones que ni siquiera vislumbrabas al principio, soluciones que se te van ocurriendo según el problema se va incorporando a tu vida, a tu cotidianidad. Sólo hay que tener ánimo (y serenidad) y no hundirte.

He aprendido de ella muchas más cosas.

En este momento me acuerdo de mi madre porque la veo tan pequeñita, tan viejecita, tan frágil físicamente, teniendo que cargar con la terrible enfermedad que es el Alzheimer de mi padre, y me doy cuenta de cuanto la quiero, pero sobre todo de cuanto la admiro, cada vez más. Ojala pudiera ser como ella, lo intentaré.

1 comentario:

Unknown dijo...
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