lunes, 26 de marzo de 2012

Madrid un sábado a mediodía.


Madrid un sábado a mediodía, es decir, las tres de la tarde. Una terraza en un día soleado, es decir, una explosión de bienestar cómodamente sentados al aire libre. El sol enrojece nuestros rostros, calienta nuestros cuerpos en cualquier sentido imaginable, tiene esa cualidad, hace explotar el optimismo y la sensualidad (1) que llevamos escondidos en lo profundo de los poros de nuestra piel.

Encima de la mesa hay una copa de cerveza rubia y fresca y un plato de aceitunas de Camporreal, todo se tambalea porque el suelo es irregular y la mesa tiene una pata en el aire, las otras tres en el suelo. La camarera, una chica morena con coleta y una cara y una actitud agradable, trae un trozo de cartón doblado muchas veces y la calza. Todo se estabiliza sobre su superficie. A continuación pone un mantel de papel blanco sobre la mesa, ya me encargo de situar las aceitunas, la copa, los cubiertos y las servilletas en las cuatro esquinas para que el suave viento no levante el mantel.

Dos mesas más abajo hay tres chicas y un chico comentando las cosas tan interesantes que han aprendido esta mañana en un curso de producción audiovisual al que han asistido. Comen tranquilamente mientras dialogan, pronto tendrán que volver pues el curso continua por la tarde. El chico juguetea con el móvil, que de vez en cuando emite algunos sonidos cortos y agudos. Tienen salmorejo y croquetas encima de la mesa junto a cuatro bebidas, todas ellas sin alcohol.

Por el borde de la plaza, otra chica, rellenita, camina llevando a pasear a una pareja de perros, dálmatas, como los de la película de los 101. Va hablando con el novio por el móvil, la cara abobada comentando lo que van a hacer esta tarde. Uno de los animales se adelanta un poco y ella, instintivamente, tira de la correa sin cambiar el gesto.

Un poco mas arriba un tío toca el clarinete apoyándose en un acompañamiento grabado, piezas muy conocidas de música clásica enlazando unas con otras de forma continua, sin cortes. De repente finaliza con un ta-ta-chan, que significa que enseguida va a pasar el plato para recoger, él piensa, una buena cantidad de monedas.

El sol calienta mucho, hay que quitarse el jersey, en mangas de camisa se está mucho mejor.

Mientras todo lo anterior ha sucedido, han caído otra cerveza y unos huevos rotos con morcilla de arroz y pimientos verdes fritos, la camarera ahora trae un café, un vaso de agua y la cuenta. Quince euros y pico cuesta este lujo.

En mi ciudad disfrutamos con estas pequeñas grandes cosas que echas mucho de menos cuando no estás aquí.


DICCIONARIO DE LA LENGUA ESPAÑOLA - Vigésima segunda edición

1. sensual.
(Del lat. sensuālis).

1. adj. Perteneciente o relativo a las sensaciones de los sentidos.
2. adj. Se dice de los gustos y deleites de los sentidos, de las cosas que los incitan o satisfacen y de las personas aficionadas a ellos.
3. adj. Perteneciente o relativo al deseo sexual.

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