martes, 19 de junio de 2012

Despertares



Suena el despertador, son las seis y media de la mañana, se levanta tropezando con todo, se acerca a la ventana, es lo primero que hace, ver como está el día para saber qué ropa va a ponerse, no solo para salir a la calle, sino para aguantar hasta la tarde cuando vuelva a casa.

Para poder ver que hace un día espléndido de sol ha tenido que subir las persianas, ya que estaban completamente bajadas para que la luz no le despertara. Es principio de verano y amanece muy temprano. Por fin dejó de llover, no es tiempo, a finales de junio debería hacer un tiempo seco y soleado.

Esta noche ha soñado, como otras muchas veces, que caminaba a saltos, suavemente, a largas y altas zancadas, pasando sobre los edificios, tocando las copas de los árboles, acariciando las nubes, sin ninguna ayuda, solo con la potencia de sus piernas que hacía que su cuerpo parezca ligero. Esta noche se ha acercado a Salamanca, ha atravesado montañas y valles. Es una sensación increíblemente placentera.

Bueno, lo más importante ya está, sabe qué tiempo hace, luego se acercará al ordenador portátil para ver el que hará, la previsión metereológica.

A continuación se dirige hacia el cuarto de baño, abre el grifo de agua caliente del lavabo para que cuando abra la ducha, las cañerías se hayan vaciado de agua fría.

Siempre se pregunta la misma tontería, ¿quien inventaría la ducha? le deberían dar el premio Nobel. El agua le resbala por la cara, por los hombros, por el pecho, por las piernas, haciendo que todo se relaje. También contribuye a su despertar, debe andar ya al quince por ciento de su capacidad total de percepción, o así.

La radio ya no suena, se ha hartado, hoy se ha puesto en huelga de oídos cerrados. Toma con la mano derecha un estropajillo de plástico de color azul y con la izquierda un trozo de jabón natural de fregar, su piel siempre se lo agradece. Se enjabona todo el cuerpo con firmeza pero también con prisa. Hoy no tocan los pelos, como siempre, un día si dos no, un día si dos no, y así sucesivamente. Mañana si tocará.

Se aclara el jabón bajo el agua de la ducha, se queda un ratito pequeño, muy pequeño, disfrutando. ¡Que gozada! Este momento le resulta siempre totalmente placentero.

Bueno, ya está, ya está bien, se va a hacer tarde, piensa, y cierra de golpe el grifo monomando. Descorre la mampara y sale de la bañera a la vez que alarga el brazo para coger el albornoz blanco con el que se seca el cuerpo. Ya está. Se seca también un poco el pelo con la toalla blanca. Mira al espejo y no ve nada, es el vaho que domina la habitación y nubla el espejo. Pero para eso tiene el secador, solo para eso. Lo saca, lo enchufa, lo pone en marcha y lo apunta al cristal húmedo. En escasos cinco segundo ha hecho un hueco suficiente para ver algo más que su cara y su cuello completos. Ya está, ahora se puede afeitar. Jooooder, es lo que más tiempo le lleva siempre, y lo que menos le gusta, se le hace pesado. Pero también es lo que más necesita. Algún día que se ha ido sin afeitar, ha pasado un mal día, una gran sensación de sueño y malestar, seguro que es autosugestión, pero es así, no lo puede evitar.

Primero brocha y jabón, luego hacer espuma sobre la cara, bastante, suficiente para que la cuchilla se deslice suavemente, por cierto ¡anda que no son caras! 
Por fin tiene la barba rasurada, ahora toca echarse desodorante, sólo un poco para proteger esa piel tan sensible. Y un pelín de colonia suave de hierbas, bueno, hoy no, hoy decide echarse una de las muchas muestras que tiene, una de las que le regaló Raquel el año pasado en Benavente.

¡Ale, al pasillo! Se queda un buen rato pensativo en la puerta del baño, aun no está despierto del todo y no sabe que hacer... sabe que lo que tiene que hacer es importante pero su mente está en blanco y todos sus músculos parados esperando la orden de… ¡ya, ya sabe lo que es! lo que tiene que hacer ahora. Es: calzoncillos y camisa, ¡Pues no era tan difícil! Una vez puestos, al cesto de la ropa sucia con los de ayer.

El pantalón aun no se lo pone, pues siempre se lo mancha al servirse el café. Puñetera tapa de la cafetera. Mira que lo tiene estudiado, que sabe en qué consiste, pues nada. Después de echar el café en el vaso, al poner de nuevo vertical la cafetera, la tapa, que se ha abierto al inclinarla tanto, vuelve a su sitio golpeando el borde del cuerpo de la cafetera con fuerza y saliendo disparadas unas microgotas de café que, siempre, irremediablemente, van a la parte delantera del pantalón dejando un rastrillo de 3 o 4 pequeños lunares marrones. Una buena forma de empezar malamente el día, eso si, generando trabajo, a si mismo, por supuesto.

Pero esta vez no pasará, de mancharse algo, serán sus piernas.

Que bueno le sale el café!!! Como si tuviera algún mérito, a parte de tener una cafetera idónea, comprar un buen café y rellenar la cazoleta correctamente.

Cagoenlá! Se le han olvidado los cereales con leche. Bueno, el café esta muy caliente y puede esperar.

Y así transcurren sus mañanas, lavado de dientes, algún día bajar la basura, algún día, también, recoger la ropa seca del tendedero. Escuchar las noticias de TVE1 de la tele y, lo más importante, salir a la calle y dirigirse al metro para ir al trabajo.

Esa rutina que siempre queda desbaratada por el sueño que acumula contribuyendo a que sea menos… rutina.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

La rutina... a veces renegamos de ella y tratamos de combatirla y otras la añoramos.

En cualquier caso, la rutina nos da serenidad y calma.

Un abrazo.
__mag__

Alvaro dijo...

¿Tu añoras la rutina?

Anónimo dijo...

Álvaro, aunque te parezca increible nunca he tenido rutina. Mi vida __si fuera famosa__ sería para escribir unas buenas memorias. No busco yo salir de la rutina. El destino va marcando mi futuro siempre con sorpresas y no todas buenas.

Un abrazo.