martes, 12 de junio de 2012

Dominaron el mundo silenciosamente.




Salieron de su país, realizaron viajes largos con recorridos duros y costosos en todos los sentidos posibles. Llegaron y se instalaron en culturas muy distintas a la suya. Se mantuvieron, se adaptaron lo mínimo para poder sobrevivir. Trabajaron hasta veinte horas diarias,  dormían donde trabajaban. Nunca se mezclaron. Tenían los ojos muy abiertos aprendiendo deprisa. Crearon fuentes de financiación propias y las utilizaron. Llamaron a su gente, contactaron con sus familias y sus amigos, les enviaban artículos y diseños para que pudieran fabricar cosas que luego venderían. Comenzaron a comercializarlos, al principio al por mayor, luego al por menor. Con el tiempo crearon sus propias redes de distribución. Tenían sus propios almacenes en las afueras de las ciudades. Fletaban sus propios barcos para hacer llegar sus productos masivamente. Rompieron los precios arruinando a la industria local. Se hicieron los dueños de casi todo. Se les llamaba chinos y dominaron el mundo silenciosamente.
    

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