lunes, 17 de septiembre de 2012

Una dosis de serenidad.

   
Todo era gris sucio, metalizado, frío.

Tú sabrás porqué.

La gente paseaba cansada, agobiada por el calor bochornoso de la tarde. Sus cuerpos se deformaban ligeramente por esa sensación de fatiga y hastío. Se notaba sobre todo en sus caras, en sus movimientos, en su forma de caminar.

Todo ello lo percibías, lo sentías, pero en ese momento no te afectaba, bastante tenías con lo tuyo. Lo que es cierto es que no te ayudaba.

El caminar al lado de una persona serena te dio serenidad, casi paz. En esos momentos algo así no tiene precio.

Tu instinto te guió e hiciste bien, ahora sabes que lo harás bien muchas veces más. Es como si alguien te alimentara de algo elemental y necesario. Pero en este caso se trató de una aportación generosa y callada de energía positiva, un chute directo al estado de ánimo. Te abasteció de la tranquilidad necesaria para sentirte de nuevo como una persona, arrojar los agobios, ya falsos o reales, para dejar de ser un trapo triste y desmadejado.

Bastaron muy pocas palabras, solo unas pocas frases intrascendentes. Bastó con la cercanía, con el caminar juntos.

Nunca sabes quien te va a ayudar a salir de una situación así, es más, no sabes si vas a recibir alguna ayuda, siquiera piensas en ello. En este caso fue un regalo de quien menos lo esperaste. Alguien que tiene ese don.

Gracias, pensaste, le debo una aunque quizás nunca sepa lo que hizo.

Ahora solo te queda esperar no haberla robado esa energía, no haberla perjudicado privándola de ella. Es lo menos que la debes.
    
    

2 comentarios:

*** dijo...

A veces no necesitamos ni palabras para sentirnos reconfortados, es más, muchas veces las palabras estropean los detalles.

Un escrito tan real como la vida misma, hay cosas que sólo se valoran justo en momentos determinados.

Me gustan estos escritos naturales, están cargados de un fondo muy rico en matices escrito en aparente sencillez.

Un abrazo.

Alvaro dijo...

Gracias _mag_.

Un beso.